LUARCA: pueblos marineros con encanto
Luarca (en asturiano y oficialmente Ḷḷuarca), es la capital del concejo de Valdés, conocida, por su encanto, como la Villa Blanca de la Costa Verde. Tiene un gran puerto pesquero, uno de los más destacados del occidente de Asturias.
Las primeras noticias sobre poblamiento humano del actual territorio del concejo de Luarca datan del Paleolítico Inferior y Medio, concretamente del período cultural achelense, en cuyo transcurso se estableció por algún tiempo en el cabo Busto uno de los más antiguos pueblos que se asentaron en el norte peninsular.
Escondido en la costa verde de Asturias, Luarca es un tranquilo pueblo de casas blancas que conserva todo el encanto y atractivo de su tradición marinera. El pueblo de Luarca está considerado como uno de los más bonitos de España.
Construido alrededor de una cala en forma de “S” entre acantilados escarpados, el casco antiguo de Luarca, su paseo marítimo y el puerto conforman un conjunto que merece la pena visitar.
La fama de Luarca ha traspasado muchas fronteras para convertirse en una de las villas con más nombre de toda Asturias. En parte ha sido por tener como hijo más ilustre a Severo Ochoa, premio Nobel de Medicina, pero su fama va más allá de individualidades, se la ha ganado también a base de otros muchos méritos.
En esta villa se diferencian de manera clara dos zonas. El casco antiguo acoge los barrios más vetustos y de mayor solera, todos de origen medieval, como el de La Pescadería, La Carril y El Camboral, que rodean puerto e iglesia a modo de gran anfiteatro. Hacia el interior, y a ambos márgenes del río, encontramos la Luarca más contemporánea estéticamente hablando. Surgida en el siglo XIX, es actualmente el lugar que concentra la mayor parte del comercio. De un lado a otro por la villa podemos llegar a cruzar hasta siete puentes sobre el río. Comunican diariamente las dos vertientes de un casco urbano que, sin más pistas, podría resultar un enredo pero que en el fondo es sencillo, con una gran simetría en sus formas.
Luarca es el sitio idóneo para iniciarse en el marisco y la sidra, pues proliferan los chigres -antiguas tabernas asturianas- con marcado acento marinero y asturiano. En la zona del puerto pesquero encontraremos además unos cuantos motivos para sentarnos a una mesa más elaborada, con restaurantes de gran saber culinario y olor a mar en todos sus rincones.
El viajero podrá presenciar en directo el regreso de los barcos de pesca. La captura del día se subastará en la lonja hacia las tres de la tarde, y allí se puede comprobar in situ que la profunda vocación marinera existe realmente y no es sólo apariencia. Aún se respira el talante gremial y societario de esta actividad que llegó a contar con la conocida Mesa de Mareantes y Navegantes, donde los marineros, de forma democrática, en días de mal tiempo, tomaban la decisión de hacerse o no a la mar.
El mar como pesca y sustento pero también como horizonte y como escenario de batallas. Las convulsiones guerreras, iniciadas con las invasiones normandas del siglo IX, han dejado rastros como las fortificaciones de la Atalaya, un mirador excepcional.
Incluso el mar como medio de análisis y de interés ecológico. El aula del Mar de esta localidad sirve de sede a un buen número de estudios y desempeños y en su apartado expositivo cuenta con grandes atractivos. Si siente curiosidad aquí podrá observar, sin prisas y con todo detalle, uno de esos raros ejemplares de calamar gigante que han sido hallados en la costa asturiana desde 1999. Encontrar un animal de estas características, entero y en perfecto estado de conservación, es algo muy poco habitual.
Abundan los motivos para visitar Luarca y su concejo, entre otros sus pueblos, desde territorios vaqueiros en la parroquia de Trevias hasta antiguos puertos balleneros como el de Cadavedo.
Si usted se decanta por la cultura encontrará en Luarca el punto de partida ideal. La cultura neolítica es abundante en las inmediaciones, con presencia de castros. También hallamos arqueología romana y medieval. Del patrimonio artístico destacaremos los palacios de los marqueses de Gamoneda y de Ferrera, la torre y casona de Villademoros, además de las villas de indianos: Argentina, Excelsior, Tarsila, Hilda, Rosita…
De su historia ha aprendido Luarca a ser vital y bulliciosa. No se pueden pasar por alto eventos tan fervorosos y multitudinarios como las fiestas de San Timoteo (del 22 de agosto) o la Semana Santa luarquina, pasando por las fiestas paganas, con un célebre menú de Antroxu (carnaval) esta vez deudor de su gastronomía campesina: embutidos, picadillo, pote, frixuelos y arroz con leche.
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