Las Presillas, nombre que adquieren las piscinas naturales de Rascafría, en el Valle de El Paular (Madrid), cuentan con praderas verdes y una zona de baño dividida en tres piscinas naturales en el cauce del río Lozoya.
Un
lugar ideal para el picnic familiar o con amigos durante los meses de verano en la Comunidad de
Madrid y un paisaje con bonitos y relajados paseos para el resto del año.
El
agua está bastante fría, pues baja desde las montañas de la Cuerda Larga, en parte de su deshielo; el fondo de
las presillas tiene muchas piedras, por lo que, es mejor llevar zapatillas de
río. Hay una zona de césped (en la que se prohíbe poner sillas) y otra de
pinar. También hay aseos y un chiringuito.
La
entrada a las personas es libre y
gratuita y el precio del parking es cinco euros por automóvil y día. Los
dos únicos inconvenientes es que no podrás jugar a ningún juego de pelota ni
llevarte a tu perro, pero por lo demás, vale mucho la pena.
Podrás
ir cuando lo desees, ya que está abierto todos los días de 10 a 21 horas, desde junio hasta mediados o finales de
septiembre. Para más información, puedes contactar con:
Ayuntamiento de Rascafría: 918691117
Oficina de Turismo de Rascafría:
918691804
Pueblo de Rascafría
Rascafría
destaca por ser un pueblo de arquitectura
alegre entre montañas. La piedra (en su mayoría granito) reina entre
fachadas coloridas.
Dirigiéndonos
hacia el pueblo, nos detendremos en la Plaza
de los Trastámaras, levantada en conjunto con la Casona. ¿Sabías que este antiguo edificio fue en un principio un
Hospital o «Lazareto»? Pues esta construcción de dos plantas con
huerta y jardín, más tarde se convertiría en la casa señorial que es hoy en
día.
No
te puedes perder el Ayuntamiento, de
estilo neomudéjar, que fue construido a principios del siglo pasado y
rehabilitado en 1984.
Muy
cerca del ayuntamiento nos encontramos con la monumental Parroquia de San Andrés Apóstol. Este edificio del siglo XV se
encuentra ubicado en el extremo norte del casco y conserva algunas bóvedas
góticas y artesonado del siglo XVI en su nave central. Su púlpito es plateresco
y conserva varias esculturas procedentes del Paular, como un San Miguel
Arcángel del siglo XVIII, obra de Luis Salvador Carmona.
Foto de Juan F. Morillo
Durante
la guerra civil, su chapitel fue alcanzado por un obús y las campanas también
desaparecieron durante la contienda. Y quizás el dato más curioso es que las
nuevas campanas se construyeron con el metal de dos aviones que se estrellaron
a mediados del siglo XX.
Siguiendo
el curso del río se encuentra en Monasterio
del Paular, uno de esos lugares a los que les sienta bien cualquier época
del año, con su estilo gótico y barroco que atrae a miles de turistas.
A
su alrededor se levantan otros
monumentos que rematan una visita como es el puente del perdón, el de la
Reina o el Antiguo Molino de papel de los Batanes.
¿Qué más podemos
hacer enl los alrededores de Las Presillas?
Además de visitar Rascafría que es uno de los pueblos más bonitos de Madrid, también os recomendaría que aprovechaseis la tarde para hacer una ruta a caballo por el Valle del Lozoya. En Oteruelo del Valle podéis encontrar al menos una empresa que lo hace por 15 euros la hora. Hay varias rutas disponibles y cualquiera de ellas tiene unas vistas que merece la pena disfrutar, aunque si tenéis la posibilidad os recomendaría que pidieseis hacer la ruta que atraviesa el río. Esta ruta depende del caudal que haya en el momento, pero en verano no suele haber problemas para realizarla.
Las pequeñas bodegas brindan deliciosas experiencias enoturísticas. Algunas ofrecen además la opción de quedarse a dormir. En plena sierra de Moncalvillo, a escasos diez kilómetros de Logroño (Entrena), esta vanguardista bodega con hotel, restaurante y spa cuenta con 14 habitaciones con terraza.
La
Finca de los Arandinos acaba de ser reconocido como ‘Mejor hotel enoturístico de España’. Este galardón reconoce el
esfuerzo y la oferta de este pequeño complejo enoturístico, que fue la gran
apuesta del empresario Roberto Guillén al localizar en un precioso cerro sobre
sus propios viñedos familiares un
hotel de lujo con una arquitectura de
vanguardia, obra de Javier Arizcuren, y un diseño innovador y rompedor del
ya fallecido David Delfín.
La
bodega trabaja con la singularidad de los terruños de la comarca, Moncalvillo y
su entorno, con 24 hectáreas de viñedos,
en algunos casos muy viejos, con los que elabora vinos diferentes, frescos, muy
marcados por la identidad de zona y que vienen avalados por el reconocimiento de los principales críticos nacionales e
internacionales.
Malacapa (semicrianza), Finca de los Arandinos (crianza y reserva), El Conjuro, certificado en cultivo ecológico desde el 2015, y El Tejar, un vino de cinco parcelas concretas que no saldrá en el 2017 ni 2018 por el hielo y la piedra, son sus referencias en tinto, a las que añade su blanco Viore: «El vino y la bodega es el elemento principal para nosotros», explica Roberto. «Tenemos aquí los viñedos familiares y teníamos claro que la ubicación sería ésta».
Finca de los Arandinos ofrece una amplio catálogo de ‘Experiencias’, con vinoterapia y spa, cena, paseos a caballo o en bici por los viñedos, visitas a antiguos e históricos calados de Rioja o incluso visitas a otras bodegas de arquitectura destacada.
La Bodega
Integrada
en el mismo edificio, de líneas
sencillas, se caracteriza por una cuidada
y moderna arquitectura. Es una bodega
funcional, adecuada a la capacidad de producción, y en la que se ha
empleado una tecnología que permite elaborar unos vinos de gran calidad, con el máximo respeto por la uva.
Encontramos la virtud y la singularidad en la adaptación a nuestro pueblo.
Los
viñedos están localizados en el pueblo y repartidos en 30 parcelas en distintas zonas en torno a la bodega.
La
bodega cuenta con diferentes tipos de
suelos, aunque con predominio de suelos de cantos rodados sobre glacis del
terciario. La exposiciones son variadas, aunque al encontrarse al sur del río
Ebro, todas están mayoritariamente orientadas al Norte.
Se
cultivan las variedades Tempranillo,
Mazuelo y Garnacha para elaborar los vinos tintos, y Viura para el blanco; con producciones que no superan los 6500kg/
Ha por término medio. La vendimia es
manual, en cajones de 200kg y normalmente comienza a finales de Septiembre
con la variedad Viura, continuando con la Garnacha, el Tempranillo, y por
último el Mazuelo.
El viñedo tiene una edad
comprendida entre los 4 y los 60 años,
y se sitúa a una altitud que va de los
500 a los 600 m sobre el nivel del mar.
Los vinos de esta bodega
son singulares, diferentes.
Con notas de honestidad y reflejando el valor de la tierra que les ve nacer,
crece y respirar. El objetivo es mantener el carácter de cada variedad. Somos
selectivos, vendimiamos seleccionando primero los racimos en campo y después al
entrar en la bodega en la mesa de selección, realizando elaboraciones que
mantengan la fruta, y dando al vino el tiempo necesario para que se afine de
forma natural durante el invierno.
El
Real Monasterio de Santa María de Veruela (este es el nombre completo) fue la primera fundación de la Orden
Cisterciense en el Reino de Aragón(s.
XII).
Situado
en las cercanías de Vera de Moncayo (Zaragoza), este monasterio puede presumir
de haber sido uno de los más importantes
de la orden del Císter en España, y con un grado de conservación muy bueno
(mantiene una gran parte de sus estructuras iniciales de los siglos XII y XIII).
El monasterio de Veruela se encuentra junto a Vera de Moncayo, justo a las puertas del Parque Natural de la Dehesa del Moncayo. Un punto de Aragón muy próximo a Castilla (provincia de Soria) y Navarra.
Además
de albergar el Museo del Vino de la D.O.
Campo de Borja, el monasterio desarrolla una intensa actividad cultural a lo largo del año, con conciertos,
exposiciones, teatro o eventos concretos.
La visita del monasterio transcurre por diferentes estancias, y va desde el claustro (s. XIV) hasta la iglesia abacial (s. XII-XIII), pasando por diferentes salas y dependencias, tales como la sala capitular, abacial, de los monjes, el refectorio, la cocina, la cilla, el lavabo o el armarium o despensa.
Origen e Historia del
monasterio de Veruela
La
orden del Cister fue fundada en la
Francia de 1098 por Roberto de Molesmes que levantó una abadía cerca de Dijon,
en un lugar donde se encontraba la antigua villa romana de Cistercium
(Citeaux). La característica de los cistercienses, conocidos como monjes
roturadores, es una observancia estricta de la regla benedictina y organizan
sus monasterios como centros económicos
y agrícolas autosuficientes. Son conocidos como los monjes blancos en
contraposición a los benedictinos que son conocidos como los monjes negros, en
razón del color de los hábitos que usaban. Buscaban la soledad y el aislamiento
y erigían sus monasterios en zonas de abundancia de aguas.
La
fundación cisterciense del Monasterio de Veruela data del año de 1145. El lugar era
adecuado para una fundación del Císter gracias a lo retirado del lugar y a
la abundancia de agua que provee el río Huecha.
No
hay que pensar que el deseo cisterciense de regresar a la vida austera y
recogida elegida por San Benito varios siglos antes, llevara a estas
comunidades a la pobreza. Todo lo contrario, los monasterios medievales fueron auténticos poderes feudales -y el
Císter no fue una excepción- por lo que el Monasterio llegó a ostentar la
posesión de numerosas poblaciones en los alrededores de Tarazona y Borja:
Ainzón, Alcalá de Moncayo, Vera de Moncayo, Bulbuente, Litago, etc.
Todos
los monasterios del Císter eran idénticos, daba igual que estuvieran en el
Reino de Aragón, en Castilla o en Inglaterra. Sus edificios seguían el mismo
patrón y disposición, vestían igual, se organizaban por la regla de san Benito
y se comportaban de la misma manera. Podemos
decir, que estos monasterios fueron la primera multinacional de la historia.
Durante
la contienda entre Aragón y Castilla
(La Guerra conocida como «de los Dos Pedros») las tropas castellanas
ocuparon el monasterio y destruyeron el claustro románico, que debió ser
reconstruido tras la finalización de las hostilidades (último tercio del siglo
XIV) mediante los donativos de la familia Luna.
La
primera mitad del siglo XVI es un
momento de gran auge del monasterio
y se acometieron importantes reformas,
como la reconstrucción del recinto amurallado que daba protección a la
comunidad, aunque se mantuvo la torre del homenaje medieval. También se
modificaron las bóvedas del dormitorio y del refectorio de los monjes y se
añadió el segundo piso de galerías por encima de del claustro gótico. Otra
importante obra fruto de esta época fue la edificación del palacio abacial fuera de la estructura claustral, en concreto,
junto al acceso del monasterio.
Foto de www.romanicoaragones.com
En
el siglo XVII se acomete la
construcción de un nuevo espacio de
reposos para los monjes, construyéndose un total de 65 celdas individuales
alrededor de un nuevo claustro barroco. También se lleva a cabo la espectacular
sacristía nueva.
La
ruina del monasterio comenzó con la invasión francesa de 1808 cuando los monjes
fueron expulsados de sus conventos por las nuevas autoridades francesas. En
1814 tras ser derrotados los franceses, los monjes de Veruela regresan al
monasterio para volver a ser expulsados en 1820, esta vez por el rey Fernando
VII. Regresan en 1824, pero esta vez de manera efímera ya que con el decreto de
Desamortización de Mendizábal de 1835
los monjes tienen que abandonar definitivamente el monasterio para no volver
jamás.
Con
la desaparición de los cistercienses del monasterio por la desamortización de
Mendizábal, el monasterio entra en una fase de abandono y ruina. Por fortuna, a diferencia de otros cenobios
medievales españoles que quedaron abandonados a la ruina y el expolio a partir
de ese momento, el de Veruela se mantuvo
en buen estado gracias a la formación de una junta de conservación formada
por algunas personas de Tarazona y Borja que impidieron su ruina total y merced
a la creación de una importante hospedería frecuentada por la alta sociedad
aragonesa y otros ilustres hombres de la segunda mitad del siglo XIX.
El
monasterio tuvo como habitante ocasional
en diversas ocasiones, entre finales de 1863 y mediados de 1864 al poeta
romántico sevillano Gustavo Adolfo
Bécquer; se conserva la celda donde estuvo hospedado y en la cual escribió
una de sus novelas más recordadas «Cartas desde mi celda». También le
acompaño su hermano Valeriano que era pintor de profesión.
En
abril de 1877 el monasterio pasa a manos de los jesuitas que ocuparon el monasterio hasta 1973 en que pasó a
propiedad de la Diputación de Zaragoza.
Durante la II República Española y hasta la finalización de la guerra civil, el
monasterio fue abandonado por los jesuitas al ser expulsados de España. Después
de la contienda volverían a ocupar el convento.
En
la actualidad, pertenece a la citada
diputación que lo mantiene abierto al público, complementándolo con actividades
culturales como conciertos y exposiciones.
Características del
monasterio de Veruela
Una
de las fascinantes particularidades del monasterio de Veruela es que nos
permite recorrer, en un solo edificio, la evolución
de los principales estilos artísticos cristianos de la Edad Media.
Antes
de entrar vale la pena pararse a contemplar la conocida como Cruz Negra, llamada así por ser este el
color de la piedra con la que está construida. También recibe el nombre de Cruz
de Becquer. Levantada en 1561 por el abad Carlos Cerdán Gurrea (1561-1586) cuyas
armas o escudo podemos contemplar en dos de las caras de la pilastra acanalada
sobre la que se levanta la cruz y bajo un soporte de reminiscencias góticas.
Era el símbolo del poder temporal del monasterio ya que los abades imponían la
justicia civil y criminal sobre su señorío que era muy extenso.
Como
ejemplo de edificación cisterciense, se halla totalmente rodeado por una alta muralla jaleada por torreones.
Para construirla se utilizó piedra de calidad y bien trabajada, se contó con
buenos artífices que llevaran a cabo un plan monástico donde estaba estudiado
hasta el último detalle: funcional, armónico y cuya desnudez formal no impide
que se creen espacios de una belleza sin igual, impactante en su propia
sobriedad.
La entrada se realiza por un arco abierto en el
muro rematado por almenas piramidales. Este arco lleva a la verdadera entrada
del monasterio. Esta barbacana se levantó para dar mayor protección a la puerta
en 1546 y aún se puede observar el hueco
donde se sujetaba la puerta que cerraba esta barbacana.
La verdadera entrada al monasterio o más propiamente al
recinto cercado se realiza a través de una torre
puerta. Esta es de planta cuadrangular construida en el siglo XIII. En este
ingreso podemos ver los escudos de Hernando de Aragón (Zaragoza 1498 – Zaragoza
1575), abad de Veruela entre 1535 y 1539 y las del abad Lope Marco entre 1539 y
1560, durante cuyo abaciato se construyó el segundo cuerpo y muchas de las
estancias del monasterio.
En
esta torre puerta tenía su celda el portero
del convento y en su interior se conserva una pequeña capilla dedicada a
San Bartolomé con unas interesantes
pinturas del gótico temprano.
Traspasada
la puerta y a lo largo de un paseo podemos ver a nuestra derecha una gran
construcción, es el palacio abacial
construido en la segunda mitad del siglo XVI.
Al
final del paseo nos encontramos con la iglesia
y más concretamente con su portada
románica de finales del siglo XII.
La
iglesia, de proporciones
catedralicias, consta de tres naves de gran altura, con una mágica combinación
de elementos arquitectónicos como arcos y columnas que sostienen las bóvedas
para dar forma a uno de los espacios más bellos que se construyeron en la Edad
Media.
A
los pies de la iglesia se alza la torre
campanario, llamada de Santiago, formada por cuatro cuerpos, los dos
inferiores de origen románico, mientras que los dos superiores siguen las
pautas mudéjares con el uso del ladrillo tan propio de la zona de Aragón.
Fechada en los siglos XVI y XVII.
Una de sus joyas es su
impresionante claustro,
llamado el “jardín de piedra”. Los vanos abiertos en el claustro se decoraron
con bellos capiteles tallados, la mayoría con motivos vegetales pero también
algunos figurados; y se colocaron gárgolas de desagüe de las lluvias con formas
fantásticas. Alrededor del claustro se distribuyen todas las dependencias.
El
acceso al claustro desde la iglesia se realiza a través de un vano (siglo XIII)
formada por un arco de medio punto situado en el muro sur cerca del transepto.
Esta era conocida como puerta de los
monjes.
El
claustro está dispuesto en dos alturas: el claustro bajo y el alto. El claustro bajo fue realizado en el siglo
XIV, después del año 1366, pues se sabe que durante la Guerra de los dos
Pedros, entre Castilla y Aragón, el monasterio y el claustro fue asaltado por
las tropas castellanas.
Junto
a la portada de comunicación entre el claustro y la iglesia, adosados al muro
encontramos tres sarcófagos de
piedra correspondientes de los fundadores del monasterio.
La
construcción de la sala capitular, de
planta cuadrada, esta datada de comienzos del siglo XIII. En la sala capitular
están enterrados en el suelo los primeros quince abades del monasterio. Junto a
la sala capitular encontramos el locutorio,
una larga y estrecha habitación donde del abad se encargaba de distribuir las
tareas diarias.
El
Sriptorium o Sala de monjes está formada
por una amplia habitación de planta rectangular. Este lugar era donde los
monjes copiaban manuscritos o estudiaban. Comunicado con esta sala, hay una
pequeña sala destinada a letrinas
(siglo XIII).
El refectorio, de planta rectangular, se construyó en dos fases entre el s XIII y XVI. Como es habitual en los monasterios cistercienses adosado al muro encontramos el púlpito (realizado en 1546) para las lecturas sacras que se realizaban durante las comidas.
Barayo
es una reserva natural parcial que
se ubica desde la Punta de Arnao hasta la Punta de los Aguiones, incluyendo la
playa, el estuario, las imponentes dunas, la playa de Sabugo, los acantilados y
los islotes de Romanellos y Pedroña.
Se
encuentra situada en el occidente de Asturias, a unos 9km al Oeste de Luarca,
entre los concejos de Navia y Valdés. En la desembocadura del río Barayo, esta
espectacular reserva natural cuenta con 2500ha
de extensión y una gran biodiversidad.
Foto de J. Salas Cid
Este
espacio protegido se ubica en el
límite entre dos unidades tectónicas y estratigráficas diferentes, situación
geológica que ha influido muy directamente en la formación de esta ensenada caracterizada por su enorme
bio y geodiversidad dentro del ámbito litoral cantábrico.
La
playa de Sabugo, el sistema playa-dunas de Barayo, un completo
sistema fluvio-marino y el conjunto constituido por las rasas y los acantilados
comprendidos entre la ensenada de Canares y al punta de los Aguiones (oeste de
Playa de Sabugo) integran las unidades geomorfológicas que componen la Reserva
Natural Parcial de Barayo y que constituyen una magnífica representación de los
ambientes litorales cantábricos.
Este
sistema dunar poblado de pinos protege
a las marismas y al estuario de la erosión del mar.
Las
llanuras de Barayo están tapizadas
por juncos característicos de marismas
ligeramente salinas, mientras que la rasa costera, profundamente
humanizada, aparece ocupada por una sucesión de prados y tierras de labor entre
las que persisten pequeñas manchas de arbolado.
Acantilados y pendientes de ladera completan este fascinante entorno, donde están, representados de forma excelente, los complejos de vegetación de acantilados típicos de la costa occidental asturiana.
Una
muestra de que aún esta zona no sufre la misma degradación del resto del
litoral es la presencia de nutrias
en el estuario, aunque no son nada fáciles de observar y siguen bajo especial
protección debido al fuerte impacto humano en zonas adyacentes.
En
cuanto al resto de fauna, son las aves las que son más representativas y
fáciles de observar, entre ellas destacan el Ostrero (Haematopus ostralegus) y el Cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis), la garza real (Ardea
cinerea).
Ruta por la reserva de
Barayo
El
recorrido por la Reserva se inicia en el aparcamiento
de Vigo para descender por una cómoda rampa que desciende hasta la llanura
aluvial para atravesar el río Barayo mediante un cómodo puente de madera.
La senda trascurre entre juncos y vegetación de ribera hasta llegar a la pista que da acceso al aparcamiento que se ha habilitado en las cercanías de Villar de Sabugo. Siguiendo esta pista hacia el norte nos conducirá hasta la parte oeste de la playa, donde atravesaremos el campo dunar y visitaremos los acantilados cuarcíticos del cierre oriental de la ensenada.
El
itinerario prosigue a lo largo de la playa para terminar en la desembocadura del río Barayo, donde
unas empinadas escaleras nos conducirán de nuevo al aparcamiento donde nos
esperan nuestros vehículos.
Se
deben extremar las precauciones si se
quiere cruzar el río hacia el acceso por las escaleras. Cuando el estrecho
cauce del río Barayo se llena y se vacía con las mareas se canaliza toda la
fuerza mareal generando un flujo de gran violencia.
Duración: 2 h / 4 h
Longitud: circuito
Barayo: 2,5 Km; acercamiento ida y vuelta a Sabugo: +5km
Playa y dunas de
Barayo
Se
trata de un arenal de más de 600 m de
extensión y que, debido a la presencia de cauce del río Barayo, por el que
ascienden las mareas, se llega a extender tierra adentro hasta casi 400 m.
Los
materiales más finos son transportados por los vientos de Nordeste acumulándose
en la parte trasera de la playa y generando un sistema dunar de gran importancia (se trata del cuarto en extensión
de Asturias). En este campo dunar se diferencia el cordón dunar principal,
totalmente fijado por la vegetación y degradado por la presencia de una
plantación pinos. Este campo está afectado por un importante escarpe de más
hasta 4 m de altura que manifiesta la erosión a la que se ha visto sometida
este sistema. A los pies de este escarpe existe otro cordón dunar en el que se
están asentando especies como la Euphorbia o comunidades de gramíneas como la
grama de mar.
El río Barayo
El río Barayo es el eje en torno al que se articula toda la Reserva, y es el encargado de aportar a la playa y a las dunas parte de los materiales de este sistema. Se trata de un río costero con apenas 12 km de longitud, que sigue la dirección de la estructura general de la geología en este sector, salvo en el tramo medio, donde el río adquiere un trazado perpendicular a las capas posiblemente condicionado por la existencia de las frecuentes fallas o diaclasas que normalmente se abren sobre las cuarcitas. A lo largo de su cauce se encuentra vegetación de ribera como son los alisos y sauces que forman un frondoso bosque en galería. La existencia de zonas cenagosas permite la aparición de alisedas pantanosas y amplios carrizales y juncales. A su llegada al mar el imponente sistema dunar ha formado una efectiva barrera a la salida del río por lo que el cauce se ha visto obligado a desviarse dando un apretado quiebro hacia el oeste hasta que es frenado por las areniscas y pizarras que forman los acantilados occidentales que le obligan a terminar su recorrido hasta el mar adosado al acantilado. La entrada de las mareas, durante la pleamar, por el mismo cauce del río Barayo ha generado un variado sistema fluvio-marino.
En el noroeste de la provincia de Guadalajara, en la zona de los admirados Pueblos de Arquitectura Negra, la naturaleza ha creado un bello espectáculo. Aquí, el agua y el viento han labrado un cañón, para después pulir la pizarra hasta darle la caprichosa forma de aljibe escalonado.
La cascada del Aljibe es un doble salto de agua en plena Sierra de Ayllón, cerca de la desembocadura del arroyo del Soto en el río Jarama (Guadalajara, Castilla La Mancha).
Las cascadas del Aljibe figuran entre los veinte más bellos saltos de agua de España.
La cascada se compone de dos cascadas con dos balsas de agua en forma de aljibe al pie de ambas, y con una altura total de unos diez metros. En este escenario, el agua se precipita en doble caída rompiendo de una poza a otra a modo de escalera. Un primer salto de unos 3 m. de altura, irá seguido de un segundo que romperá 7 m. más abajo.
Ruta de las Cascadas del Aljibe
Se trata de una ruta de senderismo fácil de realizar y con un final espectacular, las cascadas (paseo de unos 7 kilómetros entre ida y vuelta con un desnivel cercano a los 100 metros).
Se iniciará la ruta en Roblelacasa pedanía de Campillo de Ranas, su arquitectura negra a base de pizarra de la zona (en tonos negros, grises, azulados) es muy especial, conjunto muy pintoresco y propiamente serrano.
Caminaremos por la Calle de la Fuente donde muy pronto encontraremos un cartel que indica que las cascadas están a 3 km. Caminando tranquilamente llegaremos al final de las casas y nos cruzaremos con la fuente del pueblo. Desde ahí seguiremos un sendero en el que podremos contemplar cercas de piedra de pizarra, cruzaremos la cerca del ganado o verja metálica y en breve llegaremos a una pista más ancha. Continuaremos hasta toparnos con una barrera que cierra el paso de vehículos. La cruzamos y a la izquierda sale el sendero que nos lleva a las cascadas.
Recorreremos estos tres km en un entorno propio de la serranía de Guadalajara hasta llegar al Arroyo del Soto, si seguimos el arroyo corriente abajo veremos las cascadas.
Después de recrearnos con las vistas y si aún tenemos ganas de más podemos conocer el pueblo de Matallana también de arquitectura negra.
Para llegar hasta él tendremos que cruzar el río Jarama por el puente del Trillo (puente de madera que en un principio estaba hecho de Trillos pero que ya está totalmente remodelado), a la derecha y en apenas un km encontraremos este pueblo en otros tiempos abandonado y que actualmente tiene algunas casas ocupadas los fines de semana.
Por si fuera poco todo lo que nos ofrece la sierra norte de Guadalajara tenemos también la Venta de la Ponvieja que hoy en día es un área recreativa con mesas de madera, barbacoas y un refugio con mesa donde resguardarse de la lluvia. Es un lugar ideal para pasar un día en familia o donde parar a comer después de la ruta. Podemos refrescarnos en el río o tumbarnos a descansar en las praderas, que incluso en julio siguen verdes.
Recordar que dependiendo de la época del año las cascadas pueden llevar más o menos agua y ser , por lo tanto, más o menos espectaculares (recomendamos hacerla en Primavera).
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