MALLOS DE RIGLOS: lugares mágicos de España
Los Mallos de Riglos son unas formaciones geológicas de tipo mallo situadas en la localidad de Riglos (Huesca), en las sierras del Prepirineo oscense. Estas formas inimaginables y paisajes han creado uno de los enclaves más impresionantes de la zona.
Estas espectaculares formaciones rocosas, con paredes que alcanzan hasta los 275 metros de altura, nacieron fruto de la creación de la cordillera pirenaica y la posterior erosión de morrenas glaciares.
Los Mallos de Riglos están formados principalmente por conglomerados del Mioceno, sedimentos con cantos rodados cementados por grava y arena. Por tanto, este impresionante enclave natural es una auténtica huella del pasado más arcaico.
Esos y muchos otros procesos geológicos, que han perfilado los mallos durante miles de años, han dado lugar a fisuras, chimeneas, estrechamientos y techos que hacen de estas formaciones rocosas un lugar único.
De forma tradicional los Mallos de Riglos se han dividido en tres grupos en función de su tamaño. Así, tenemos los mallos grandes, los pequeños o chicos y los Fils. Cada uno de ellos cuenta con un nombre propio, y han sido “bautizados”, por ejemplo, atendiendo a su forma, color o en homenaje a ciertas personas.
Así, entre los mallos grandes distinguimos el Firé (antiguamente llamado Mallo de las Diez), el Pisón, el Puro, el Castilla (o de los castellanos), los Volaos, el Cuchillo, el Melchor Frechín, la Visera y el mallo del Agua. Este último debe su nombre a un pequeño curso de escorrentía que lo recorre tras las lluvias.
Por su parte, los mallos pequeños han sido bautizados como Colorado, Chichín, Herrera, Magdalena, Cored, Carilla, Agua Roja, Gómez Laguna y Capaz. Además de estos, algo más al este se encuentran el Paredón de los Buitres y el Macizo d’osFils.
Más allá de su belleza paisajística, que deleita tanto a naturalistas como a amantes de la fotografía, los Mallos de Riglos constituyen un paraíso para montañeros y escaladores. En algunos de estos mallos, como el Melchor Frechín, el Paredón de los Buitres o el mallo del Agua entre otros, se puede realizar el ascenso a pie hasta la cima. Por el contrario, en muchos otros mallos la única vía de acceso es mediante la escalada de sus impresionantes paredes verticales.
Cabe destacar, además, que el pueblo de Riglos, situado a los pies del mallo Pisón, es digno de visitar para disfrutar de su atmósfera acogedora y del entorno natural que lo rodea.
El pueblo de Riglos atrae también por su Centro de Interpretación de las Rapaces, un lugar ideal para observar y aprender de la rica variedad de estas aves que habitan en «el Reino de los Mallos», entre las que destaca una de las más numerosas colonias de buitres leonados de Europa.
Mirador de los Buitres
Desde el Mirador de los Buitres tenemos una de las mejores vistas panorámicas de los Mallos de Riglos y de la Hoya de Huesca, por ello es visita obligada.
Os aconsejamos realizar este recorrido al atardecer, cuando los rayos de sol inciden directamente en las formaciones rocosas dándoles unas tonalidades rojizas espectaculares.
El trayecto hasta el mirador puede realizarse íntegramente en coche a través de una pista forestal, o bien realizar el último tramo a pie tomando un sendero panorámico que discurre sobre los acantilados de Os Fils.
Si tenemos suerte y disfrutamos de un día despejado, algunas de las aves que nos podemos encontrar son el Buitre leonado, el Quebrantahuesos, el Alimoche, la Milano real o la Chova piquiroja.
Ruta a través del Caminito del Cielo
ACCESO: la ruta se inicia en la misma localidad de Riglos
RECORRIDO: circular
DIFICULTAD: baja
Bien señalizada con dos lineas azules y carteles
LONGITUD: 5,4 kilómetros
TIEMPO ESTIMADO: 2 h 30´
DESNIVEL: 400 metros (de subida y de bajada)
El sendero se inicia desde la localidad de Riglos. Recomendamos hacerla en el mismo sentido que las agujas del reloj. El motivo es sencillo. Si realizamos la ruta en esta dirección, tendremos un corto y fuerte ascenso, y una bajada más larga y moderada. De la otra forma sufriremos más kilómetros de ascenso y una bajada brusca y peligrosa con mucha piedra suelta.
Empezamos a caminar. Comenzamos a ver a decenas de escaladores ya encaramados a la roca o preparando el ascenso, enredados en cuerdas al pie de los mallos. Con un poquito de envidia sana, seguimos el camino y en poco tiempo salvamos un desnivel considerable.
A medida que ascendemos hay que echar la vista atrás porque el panorama que se nos ofrece entre los Mallos de Firé y Pisón es impresionante. Nos encontraremos con miradores naturales en los que hacer una pequeña parada para disfrutar del lugar.
Justo en el punto en el que alcanzamos la altura máxima tenemos a nuestro alcance el mirador de Ventuso, un lugar ideal donde reponer fuerzas antes de comenzar el descenso.
La bajada es muy suave y se hace rápidamente. Enseguida divisamos la localidad de Riglos. Cuando nos queremos dar cuenta ya estamos entrando por una de sus calles que nos conduce directos a la coqueta iglesia románica. Hemos terminado nuestro camino, el camino del cielo.
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