La soleada ciudad mediterránea de Valencia es mundialmente conocida por sus sabrosas y suculentas naranjas. A tan sólo 30 kilómetros, se encuentra Buñol, cuyos productos alimenticios gozan de una más que merecida fama. También debe su notoriedad a una curiosa costumbre de sus habitantes, que no sólo degustan sus alimentos, sino que se cubren con ellos…
La Tomatina es una fiesta popular, donde los participantes se arrojan tomates los unos a los otros, que se celebra en las calles del municipio valenciano de Buñol.
Se celebra el último miércoles del mes de agosto, enclavada dentro de la semana de fiestas de Buñol. En esta gran batalla de tomates participa gente de todas las edades, aunque es muy popular entre los jóvenes.
El origen de la Tomatina se sitúa en 1944 cuando, según se dice, al paso de un desfile de gigantes y cabezudos, aquellos que no habían podido participar empezaron una batalla campal con los participantes y ambos bandos acabaron arrojándose verduras unos a otros. La batalla de tomates se repitió al año siguiente y así, año tras año se acabó por convertir en una tradición. La Tomatina, como fiesta oficial, se instauró en 1959.
La fiesta comenzó a ser popular en el resto de España gracias al reportaje de Javier Basilio, emitido en el programa de Televisión Española Informe semanal en 1983.
Hoy en día, la Tomatina es conocida en toda España y cada vez es una fiesta con más participación internacional. En cuanto a la organización, hace ya algunos años el ayuntamiento paga los tomates que se utilizan durante la batalla, y con tantos participantes como hay… ¡se necesitan alrededor de 100.000 kilos de esta hortaliza!
Durante la semana previa a esta batalla épica, los 9.000 habitantes de Buñol ven como su ciudad se duplica en tamaño. Toda una semana de desfiles, fuegos artificiales, comida y fiestas en la calle hacen de esta ciudad el centro de atención en España.
Las fiestas empiezan la noche anterior con la empalmà, que consiste en alargar la fiesta hasta la mañana siguiente, cuando se reparte un desayuno popular en la plaza mayor. Después de conseguir el jamón que cuelga del “palojabón” se da el comienzo a la batalla más divertida de la historia: la Tomatina.
El éxito ha llevado a que La Tomatina de Buñol fuera declarada en 2002 Fiesta de Interés Turístico Internacional por la Secretaría General de Turismo.
¿Qué debes tener en cuenta si vas a esta fiesta?
Debes saber que aunque el acceso al pueblo es libre y podrás disfrutar de muchas actividades paralelas, para poder acceder a la zona de lanzamiento de tomates es necesarioadquirir una entrada que te permitirá entrar al recinto de la batalla y participar en La Tomatina lanzando más de 120 toneladas de tomates.
Lleva ropa vieja o que no vuelvas a usar más; lo más probable es que acabe para tirar. Lo ideal: camiseta blanca.
Elige zapatillas cerradas que luego puedas desechar pero que se mantengan en tus pies; es preferible a las chanchas, que puedes perder en la batalla del tomate.
Las gafas de bucear pueden venirte muy bien. El ácido del tomate pica mucho en los ojos, pero limpia la piel que da gusto. ¡Exfoliación de tomate!
Si quieres hacer fotos, utiliza una cámara resistente al agua y a las caídas, o equípala con una funda protectora.
Si no eres de Buñol y tienes que hacer noche, no olvides buscar alojamiento con bastante antelación.
¡Llega pronto! A las 7.00 se cierran el acceso en coche al casco urbano y solo se puede entrar andando.
Sigue las indicaciones de seguridad y guardar la distancia adecuada con los camiones.
No te pierdas el palo-jabón: un poste untado en jabón y del que cuelga un jamón. El que consigue llegar a él, se lo queda.
Y, por supuesto, disfruta al máximo. Es una gozada liberar adrenalina dando tomatazos a diestro y siniestro durante una hora.
El queso manchego es un queso español elaborado con leche de oveja y protegido por una denominación de origen en Castilla -La Mancha. Es el queso español más famoso y comercializado fuera de España.
El área de producción se extiende por toda la región de La Mancha, ubicada en la comunidad autónoma de Castilla –La Mancha, entre las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo.
Es un queso de pasta prensada elaborado con leche de oveja de la raza manchega, con una maduración mínima de 30 días, para quesos con peso igual o inferior a 1,5 kg, y de 60 días, para el resto de formatos, y máxima de 2 años.
El queso manchego es el producto de un clima duro y extremado, que favorece el crecimiento de una vegetación muy rústica, alimento de una curiosa y ancestral raza de ovejas que son sometidas a un control morfológico y sanitario muy estricto. Estas características ofrecen como resultado un queso único en el mundo. Aunque hay constancia de que se ha intentado elaborar en otros lugares, dentro y fuera de nuestro país, ha sido imposible imitar tantos y tan antiguos factores al mismo tiempo más allá de las fronteras de La Mancha.
IDENTIFICACIÓN
Aunque es un producto de fácil adquisición, el consumidor ha de percatarse de que se trata de auténtico queso manchego.
Del queso manchego se pueden distinguir dos tipos: los tradicionales y los industriales. Los primeros, de elaboración artesana, se dividen, a su vez, en curados y semicurados. Se trata de quesos de altísima calidad y, en ocasiones, los más curados cuentan con más de doce meses. Por su parte, los quesos industriales, también de muy buena calidad, se diferencian en curados y semicurados, teniendo este último un mínimo de maduración de sesenta días.
En cualquier caso, todos ellos deben de cumplir una estricta normativa que define las características del queso manchego. Su forma ha de ser cilíndrica, con las caras superior y posterior planas, permitiéndose una suave curvatura al exterior. Ambas caras van marcadas con un dibujo denominado flor, compuesto por unas líneas simétricas con su correspondiente hendido, cuya dirección coincide alternativamente, y dividen la circunferencia en cuatro partes. Este dibujo corresponde con el que dejaban las tablas de madera usadas antiguamente como base del prensado.
El lateral lleva grabado un dibujo de formas de zigzag que, antiguamente, dejaba la pleita de esparto en algunos sitios también llamadas cincho. El peso de los quesos es, aproximadamente, de tres kilos. La corteza es dura, de color amarillo pálido o verdoso negruzco. Su pasta es firme, compacta, de color marfil o amarillo claro. Los ojos han de ser pequeños y desigualmente repartidos. El aroma es fuerte y característico de los quesos elaborados con leche de oveja. El gusto es de intenso sabor, muy sabroso y recuerda las variedades florales de los pastos que ha consumido la oveja. El post-gusto es fuerte y de intenso aroma a leche de oveja manchega.
Todas las etiquetas comerciales que portan los Quesos Manchegos llevan en lugar bien visible la palabra MANCHEGO. Además, encima de la etiqueta comercial, va adherida una contra-etiqueta con número y serie y el logotipo de la Denominación de Origen del Queso Manchego.
Historia del queso manchego
Restos arqueológicos demuestran que ya en la Edad del Bronce se elaboraba, en lo que hoy se conoce como comarca natural de La Mancha, un queso de oveja cuya materia prima procedía de una raza que podría considerarse antecesora de la actual oveja manchega. Esta raza ha sobrevivido al paso de los siglos arraigada a la tierra de la que ha tomado el nombre.
La Mancha fue bautizada por los árabes como Al Mansha o «tierra sin agua», nombre que describe a la perfección la dureza climática de esta comarca española. El clima, seco Zona Amparada de la D.O. y extremado, ha hecho de ella un lugar único en el mundo, con una vegetación capaz de soportar el tórrido calor de los meses estivales y las devastadoras heladas del periodo invernal.
En este entorno, aparentemente hostil a todo tipo de vida vegetal o animal, se desarrollan numerosas especies vegetales gramíneas y leguminosas principalmente que forman la base de la alimentación de la oveja manchega, adaptada a este ecosistema desde tiempos remotos.
El queso manchego aparece en algunas citas de documentos históricos y literarios, así, en El Quijote de Cervantes se vincula claramente el queso con La Mancha.
Si hay un producto en Castilla La Mancha que por sus características le han dado personalidad gastronómica, éste es, sin lugar a dudas, el Queso Manchego. Como todo lo escrito a través del tiempo, el Queso Manchego se ha hecho patrimonio de la cultura del mundo y testigo de las costumbres de un pueblo del que obtiene su apellido.
El queso es un buen aperitivo, pero también constituye un perfecto postre y se puede usar en la elaboración de increíbles platos del más refinado restaurador. De ahí que pueda estar presente en salsas tan antiguas como la almojábanas, en la tarta imperial, en el lomo de ternera gratinado de queso y un sinfín de platos más, entre los que no hay que olvidar el exquisito postre de queso frito.
Además, hay dos alimentos que potencian el sabor del queso manchego. Uno, sin duda, es el pan candeal y, otro, el vino. Para los quesos más frescos, es recomendable un vino blanco, mientras que los quesos más curados deben acompañarse de un tinto, que bien puede ser, incluso, crianza o reserva.
El queso manchego puede incluirse en una tabla de quesos, formar parte de ensaladas, en tapas o acompañado con membrillo o frutos secos.
En la Península Ibérica, se ha fechado la existencia del olivo desde tiempos prehistóricos, ya que se han encontrado huesos de aceituna en los yacimientos neolíticos de El Garcel (Almería).
El cultivo del olivo fue introducido en España durante la dominación marítima de los Fenicios (1050 a.C), pero no se desarrolló en extensiones notorias hasta la llegada de Scipio (212 a.C) y el poder de Roma. Después de la tercera guerra púnica, el olivar ocupa una importante extensión en la Bética y se expandía hacia el centro y el litoral mediterráneo de la Península Ibérica.
El cultivo en España se vio notoriamente incrementado, especialmente en el valle del Guadalquivir, durante los ocho siglos de civilización hispano-árabe. Los árabes introdujeron sus variedades en el sur de España e influyeron en la difusión del cultivo hasta el punto de que los vocablos castellanos de aceituna, aceite o acebuche, tienen raíz árabe; por ejemplo, la palabra española «aceite» proviene del árabe «al-zait» que significa «jugo de aceituna».
En la actualidad, el país que más olivos posee es España (más de 300 millones de olivos), seguido a gran distancia por Grecia e Italia y un poco más atrás se encuentran situadas Túnez , Turquía, y Siria.
Un árbol tan arraigado en nuestra cultura, tiene que verse reflejado no solo en la tradición olivarera sino en la artesanía de su madera.
El Olivo es un árbol que se caracteriza principalmente por su resistencia a la sequía y por su lento crecimiento, alcanzando una altura de 20 a 25 metros en edad adulta con condiciones favorables, y un diámetro de 8 a 10 metros. El tronco es torcido, de copa ancha y ramosa.
La madera de olivo es muy apreciada por su belleza y su dureza tanto para objetos decorativos, como para utensilios de cocina e incluso para muebles. En la actualidad se trata de una actividad no industrializada que se reduce a la actividad gremial de pequeños conjuntos de artesanos.
Se trata de una madera de gran dureza y densidad, que con frecuencia presenta nudos que dificultan su trabajo y caracterizan su atractiva apariencia.
La madera de olivo tiene una absorción casi nula, haciéndola resistentes a los olores, por lo que es perfectamente válida para su uso en utensilios de cocina. De esta manera podemos encontrar cucharas, morteros, tablas, platos de madera de olivo como objetos artesanales más habituales realizados con olivo.
Son útiles muy agradecidos aunque requieren unos mínimos cuidados, esto es: no deben sumergirse en agua a menos que sea esencial, de humedecerse hay que secarlos rápidamente y además hemos de curarlos con aceite de oliva para protegerlos de la humedad y otros agentes externos.
Los artesanos se han mantenido vinculados al ámbito rural y agrícola y han mantenido su prestigio y la calidad de sus obras, aportando la distinción y exclusividad que difícilmente puede encontrarse en un producto elaborado de forma industrial.
La producción de piezas de madera de Olivo se ha mantenido de forma artesanal debido a las características de la materia prima y al tiempo y dedicación que requiere su trabajo.
La elaboración de una pieza artesanal de madera de olivo
La elaboración de una pieza artesanal de madera de olivo requiere una preparación antes de la labor del artesano de la madera, entre estas tareas podemos destacar:
TALA: Se realiza al finalizar la campaña de aceituna y consiste en cortar al olivo las ramas improductivas o molestas para la recolección de la aceituna. Selección de las ramas más adecuadas, por tamaño ayudándose del hacha, tras realizar la tala.
SECADO: Enterrado y desenterrado de las ramas seleccionadas para la pieza. Esta labor puede alargarse incluso un año.
Seca la madera, se procede a la elaboración de la pieza o el mueble. La madera de olivo no permite fabricar muebles grandes o con piezas grandes, pues el árbol no proporciona tablones, ni el pegado de las tablas por su canto es duradero. Se procede entonces a las labores de aserrado, cepillado, trazado de contorno, recorte y redondeado de los traseros, agujerado, lijado, torneado, montaje y por último, barnizado.
La Semana Santa es una de las celebraciones más profundas y arraigadas que tienen lugar en España.
La Semana Santa es la conmemoración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Por ello, es un período de intensa actividad litúrgica dentro de las diversas confesiones cristianas. Da comienzo el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de Resurrección, aunque su celebración suele iniciarse en varios lugares el viernes anterior (Viernes de Dolores) y se considera parte de la misma el Domingo de Resurrección. La fecha de la celebración es variable (entre marzo y abril según el año) ya que depende del calendario lunar.
La Semana Santa es una tradición que se ha mantenido con el paso de los siglos, con más o menos presencia en ciertos lugares de España, pero que se caracteriza especialmente por los desfiles procesionales y la presencia en la calle del sentido del arte y las costumbres más arraigadas.
Por lo general, y dependiendo del lugar, estas procesiones parten desde su iglesia matriz hasta la catedral, realizando lo que se conoce como la estación penitencial. Acompañadas de bandas de música o del recogimiento y el silencio, las imágenes representan la Pasión de Cristo y las advocaciones de la Virgen María. Las diferentes hermandades acompañan a sus imágenes titulares con sus componentes vestidos de nazarenos, con insignias, estandartes y otros elementos de cada corporación.
El origen de la Semana Santa en España hay que buscarlo en los antiguos autos sacramentales que se representan en el interior de las iglesias con motivo de estas fiestas. A finales del siglo XV, el rey Carlos II comenzó a prohibir estas representaciones teatrales, porque interferían en la celebración de los oficios religiosos. De ahí que los autos pasaran de las iglesias a la calle.
Esto conllevó a que cada grupo teatral buscara los mejores elementos para dicha representación, creándose los diferentes pasos del misterio, o los tronos como también se les conoce en otros lugares. Estos grupos o gremios se fueron desarrollando y creciendo poco a poco, hasta dar lugar a lo que hoy en día se conoce como hermandades y/o cofradías.
En España las tradiciones de Semana Santa más arraigadas y turísticas se encuentran en Castilla y Andalucía, aunque también hay ejemplos muy interesantes en Murcia (las de Lorca y Cartagena están declaradas Fiestas de Interés Turístico Internacional) y la de Orihuela, también de interés turístico Internacional.
Las procesiones son desfiles solemnes en los que numerosas personas acompañan a las imágenes religiosas al son de la música, el arte, el colorido y la magia que las envuelve.
Toda España conmemora la Semana Santa, una celebración que en cada zona y rincón de nuestro país tiene sus propias características. Esta festividad, además de estar enraizada en el imaginario popular desde hace siglos, también está muy vinculada con el arte. Lo demuestran, por ejemplo, las numerosas imágenes religiosas de Jesucristo y la Virgen, iconos tallados con realismo y maestría por escultores como Juan de Juni, Pedro Berruguete o Gil de Siloé. Estas obras excepcionales del arte religioso español, muchas de ellas con más de cinco siglos de antigüedad, salen a la calle para ser contempladas por miles de personas, que las admiran con devoción y respeto.
En cada procesión de Semana Santa pueden figurar una o varias hermandades, cada una con su paso o sus pasos, que suelen ser imágenes religiosas de la Pasión de Cristo, o imágenes marianas, aunque hay excepciones como los pasos alegóricos o los de santos.
La habilidad y pericia que se esconde tras los desfiles estriba en las cofradías y hermandades religiosas, en las que recae la responsabilidad del mantenimiento de las imágenes y la coordinación de penitentes y músicos. En algunas ocasiones hay hermandades que llegan a congregar hasta dos mil miembros, que portan cirios, fanales o estandartes en función del grado de señorío que ostentan, cuyo presidente es el encargado de portar el cetro dorado.
Los costaleros, que llevan el peso de las andas donde descansan los pasos con escenas de representaciones bíblicas, van dirigidos por el capataz, cuya misión es garantizar que el paso sea llevado en procesión con la mayor solemnidad, gracia y tradición posibles. Los costaleros hacen uso de un costal que les facilita el poder sobrellevar durante largas horas los pesados tronos, evitando así el contacto directo de la piel con la madera.
Tras los tronos o pasos también figuran los penitentes o nazarenos con sus correspondientes insignias. Suelen llevar gorros cónicos, muy característicos de España, y que, según el lugar, se llamarán capuces, morriones, capirotes, capillos y capiruchos, por poner algunos ejemplos.
¿Cuál es el origen de los capirotes? El clásico gorro en forma de cucurucho que cubre la cabeza de los nazarenos en la Semana Santa española tiene su origen en la época de laInquisición española, cuando a los condenados se les colocaba en la cabeza un accesorio con una forma similar, decorado con ilustraciones del delito cometido. La idea es que gracias a su forma puntiaguda, el penitente está más cerca del cielo.
El punto álgido de la procesión coincide con la entrada y salida de los pasos en sus respectivas iglesias. Éste es el momento cuando arte y religión parecen fundirse en una sola cosa. La talla de una imagen creada por magníficos artesanos o imagineros y las mejores andas que datan de los siglos XVI y XVII que perduran en nuestros días.
Todo se envuelve de color y sonido gracias a la variedad de túnicas policromáticas, morriones, enseñas y estandartes. Las emociones afloran ante el lento ritmo de los tambores y la marcha de la procesión, el balanceo de los pasos y el quejido doloroso de las saetas, canciones que se entonan durante las procesiones de Semana Santa.
Incluso si no eres religioso, es difícil no emocionarse ante una atmósfera tan vital y conmovedora. Mientras para muchos supone una fiesta llena de diversión, para otros implica una semana de recogimiento y reflexión. Sin lugar a dudas, la Semana Santa es una parte integral de la cultura y una indiscutible seña de identidad de nuestro país.
En España hay un total de 20 celebraciones de Semana Santa consideradas de Interés Turístico Internacional. De todas ellas, la Semana Santa de Valladolid fue la primera en conseguir tal distinción, y a día de hoy es la única que se encuentra en la lista de candidatas a Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Sienta el silencio y la austeridad de la Semana Santa castellano leonesa, en las procesiones de León, Zamora, Salamanca y Valladolid, llenas de sobriedad y sólo rotas por el sonido de las trompetas y los tambores al paso de las figuras religiosas. En la provincia de Albacete, el momento cumbre de la Semana Santa de Hellín, es la Tamborada, cuando el sonido de hasta 20.000 tambores irrumpe en el lugar. Experimente momentos tan intensos como los de Cartagena, con miles de personas cantando al final de cada cortejo en honor a la Virgen. La Semana Santa de Lorca es particularmente original ya que los desfiles también incluyen personajes y escenas de la Biblia y de antiguas civilizaciones. Vibre con los clarines que acompañan a los pasos procesionales por las calles de Cuenca, disfrute del colorido y la alegría de las miles de hojas de palmeras que se agitan en el desfile de Elche, o participe en las multitudinarias procesiones andaluzas, muy especialmente las que se celebran en Málaga y Sevilla, ciudades que viven de forma muy especial estos días de fervor religioso.
El vino español es uno de los productos más importantes para el país, no solo por la importancia cultural que significa dentro de la propia historia de los pueblos y comarcas vinícolas españolas, sino también por lo que significa dentro de la dieta mediterránea.
España cuenta con casi 1,2 millones de hectáreas de viñedos, lo que la convierte en el país con la mayor extensión cultivada de viñas del mundo —más de un 15% del total mundial— aunque sólo es la tercera en cuanto a producción, por detrás de Italia y Francia.
Los españoles beben una media de 38 litros de vino al año por persona, siendo el noveno país consumidor neto de vino del mundo.
Las variedades nativas de uva española son abundantes, con más de 600 variedades nativas plantadas por todo el país, aunque aproximadamente el 80% del vino producido a nivel nacional se elabora con sólo unas 20 variedades, entre las que destacan; Tempranillo (muy extendida), Albariño (Sur de Galicia), Garnacha (Aragón y Cataluña), Palomino fino (Jerez y Sanlúcar), Airén (Castilla La Mancha), Macabeo (Norte de España), Parellada (espumosos catalanes), Xarell-lo (Panedés), Cariñena (Valle del Ebro) en la Rioja se la denomina Mazuelo y Monastrell (Levante y Murcia).
Algunas de las zonas vinícolas más conocidas internacionalmente son Rioja, Ribera del Duero, famosa por su producción de Tempranillo; el Marco de Jerez, por sus vinos fortificados; Rías Baixas, por sus vinos blancos de Albariño; Penedés, por la producción de cava; y Priorato.
Los orígenes del vino en España
Existen algunos testimonios arqueológicos que verifican que los indígenas de la Península Ibérica ya tenían conocimiento de la existencia de la vid, ya que hay evidencias de que usaban y cultivaban vides para su consumo. Estos hallazgos la sitúan en la Edad del Bronce en la provincia de Granada y una tumba donde se encontraron semillas de uva cultivada y vasijas con depósitos de mosto.
Pero respecto con los primeros cultivos de vid en España, diversas fuentes apuntan que los primeros viñedos se habrían asentado en el litoral sudoccidental andaluz por los fenicios constituyendo el punto de entrada y el lugar de las viñas más antiguas de España.
La ciudad de Gadir (Cádiz en la actualidad) fue fundada por los fenicios sobre el año 1.100 a.C. y allí se encuentra uno de los lagares (recipiente donde se pisa o prensa la uva para obtener el mosto) más antiguos en la colonia del Castillo de Doña Blanca. Estuvo en funcionamiento hasta el siglo 8 a.C.
Historia del vino en España
Serían los romanos los que continuarían la producción de vinos en la península, consolidando esta industria, junto a púnicos y griegos, hasta el punto de ser conocida por todo el Mare Nostrum gracias a sus caldos: vinos de Hispania.
La producción de vinos impulsó la industria de la cerámica para beberlos e incorporó nuevos métodos de elaboración como su crianza en ánforas de barro.
Curiosamente, también tienen un origen antiguo muchas de las máquinas que se emplean en la producción de vino, así como las formas más adecuadas para su envasado. Como, por ejemplo, las prensas: de palanca o cabestrante, con contrapesos cilíndricos, otras de cuerda o jaula… ya existían en tiempos clásicos.
Aunque extraer el mosto de la uva mediante la presión con las manos, es sin lugar a dudas el método más primitivo, que pervive en el vino de lágrima.
El declive del Imperio Romano y la posterior invasión bárbara supuso un importante freno en el desarrollo de la viticultura en España.
No será hasta después de la Reconquista por parte de los Reyes Católicos cuando se produciría el despegue definitivo de la vinicultura a través de lascomunidades religiosas y los monasterios que se fueron restableciendo. El vino era un elemento imprescindible para sus ritos religiosos, aunque no se conformaron con el necesario para su culto, sino que se encargaron también de abastecer sus bodegas para alegría de los lugareños y peregrinos. De este modo, las viñas comenzaron de nuevo a florecer alrededor de los monasterios y abadías para extenderse posteriormente a otros terrenos, dando lugar a las primeras bodegas.
A lo largo de los siglos siguientes el vino se convirtió en un alimento esencial en la dieta de la época, a lo que se unió la posibilidad de comercializarlo en lugares distintos a los de su producción. Este desarrollo de los flujos comerciales potenció el nacimiento de las distintas regiones vinícolas y se produjo así un considerable trasiego de municipios y regiones que se turnaron en el abastecimiento de vino a la Corte.
Por todo ello, desde entonces, muchos de los montes y colinas de nuestro país están cubiertos de viñedos y su producción comenzó a ser orgullo de nuestros campos y ciudades.
Elaboración y Crianza del vino en España
Aunque la vid es una planta capaz de soportar los climas más variados, los vinos de mejores calidades del mundo se producen en países mediterráneos con unos inviernos cortos y no muy fríos, una primavera templada y veranos cálidos. De hecho, las mejores añadas coinciden con veranos secos y calurosos, con un aporte de agua apropiado durante el invierno.
Otros factores a tener muy en cuenta son la calidad del suelo y la luz, afortunadamente España es uno de los países del mundo con más horas de luz y con suelos apropiados para la obtención de uvas de calidad. En consecuencia, durante estas últimas décadas España se ha convertido en el país con los mejores vinos del mundo, según los expertos igualando o superando a los excelentes vinos franceses.
La cepa es el tronco de la vid, del que brotan los sarmientos, las hojas y los frutos de uva. La hoja con sus múltiples funciones es el órgano más importante de la vid, ya que es en ellas dónde, a partir del oxígeno y el agua, se formarán las moléculas de los ácidos, azúcares, etc. que se van a acumular en el grano de la uva condicionando su sabor y por consiguiente, el del vino. Cuando la uva cambia de color recibe el nombre de «envero», del verde pasará al amarillo, si la variedad de uva es blanca y al rojo claro, que se irá oscureciendo, si es tinta.
El periodo más importante para el desarrollo de la uva es su maduración, en España suele durar una media de 45 días, generalmente se inicia, a mediados de verano, mes de julio, para finalizar en el final del verano o inicios del otoño, entre los meses de septiembre y mediados octubre (dependiendo de la climatología de ese año).
A partir de los años 70 la elaboración del vino en España ha experimentado una evolución espectacular, con un control más efectivo de las vendimias en cuanto a higiene, vigilancia de los aromas primarios, selección de uvas… En la actualidad muchas de las bodegas más modernas del mundo se encuentran en España.
La vendimia se realiza cuando el fruto ha adquirido el grado de maduración deseado, en España desde principios de septiembre hasta mediados de octubre (dependiendo la climatología de ese año), en este proceso se lleva a cabo la primera selección del fruto, que tendrá su importancia de cara al vino que se elabore después.
Antes de comenzar el proceso de elaboración en función del vino que se desea obtener, la uva es sometida a un proceso que es común para todos los tipos: la extracción del mosto. Los racimos procedentes de la vendimia son descargados en un recipiente en forma de pirámide truncada: tolva de recepción y desde aquí hasta la estrujadora para realizar el proceso conocido como estrujado, proceso de gran importancia y que debe de hacerse con cuidado, para no romper los elementos vegetales duros del racimo y que no perjudique el proceso. La pasta que se crea se traslada a un conjunto de presas, dando inicio el proceso de elaboración de vino deseado: vinos tintos, vinos blancos, vinos rosados, vinos generosos o cavas.
La crianza de los vinos es un proceso largo y delicado cuyo objetivo es mejorar sus cualidades mediante el envejecimiento. Este proceso se realiza en dos fases, la oxidativa, en la barrica de madera y la reductora, en el interior de la botella.
Durante la primera fase de envejecimiento, la madera cede al vino sus propios taninos y valores aromáticos, que se van fundiendo lentamente con los taninos del vino, buscando siempre el equilibrio, que lo determinará el tiempo de permanencia. Las más apreciadas son las madera de roble americano o francés, aunque también se emplean otras maderas como la del castaño, el raulí o el pino tea.
El vino en barrica permanecerá alrededor de seis meses, transcurrido ese tiempo, el vino se trasiega a otra barrica con el objetivo de separar el vino limpio de los residuos situados en el fondo, además de buscar un cierto grado de aireación y respiro para el vino. Esta otra fase dura varios meses más, hasta que el vino adquiere el punto deseado. Para alcanzar una unificación de cualidades, el vino de la barrica se mezcla con otros vinos de la misma cosecha. A continuación se procede a una suave clarificación del vino, un filtrado y a su embotellamiento.
La crianza en botella, comienza la fase reductora, es decir, sin oxigeno. Una vez llenas y bien tapadas, las botellas son colocadas en botelleros ubicados en las cuevas, allí permanecerán en posición horizontal formando rimas para que el vino esté en permanente contacto con el corcho, humedeciéndolo y produciendo un cierre hermético.
Cuando se decide que ha terminado la etapa de botellero, se considera al vino terminado, entonces, se limpia la botella del polvo acumulado, se le coloca las correspondientes etiquetas y la cápsula, finalmente esta lista para el consumidor.
TIPOS DE VINO POR SU EDAD:
Vinos jóvenes, son vinos comercializados en su primer o segundo año de vida, pasan de los depósitos a la botella, sin un periodo intermedio de crianza en barrica, revelan la frescura y los aromas primarios procedentes de la uva.
Vinos de crianza, se comercializan normalmente en su tercer año de vida, después de pasar al menos un año en barrica (en el caso de los tintos) o seis meses (en el caso de los blancos). El resto del tiempo envejecen en botella antes de ser etiquetados.
Vinos de reserva, pasan mínimo tres años de envejecimiento, aunque el periodo mínimo de permanencia en barrica coincide con el de los crianzas: un año, en el caso de los blancos, el periodo total de envejecimiento exigido se reduce a dos años, de los cuales seis meses como mínimo debe ser en barrica.
Vinos grandes reservas, se elaboran sólo en añadas con uva de gran calidad, y se comercializan después de permanecer como mínimo dos años en barrica y tres en botella. En el caso de los blancos, se exige un periodo total de envejecimiento de al menos cuatro años, de los cuáles seis meses en barrica como mínimo.
Las Denominaciones de Origen del vino en España (D.O.)
Además de las célebres Rioja y Ribera del Duero existen muchas más Denominaciones de Origen repartidas por la geografía española, nada más y nada menos que 69. Las más antiguas fechan de 1933 (Jerez, Manzanilla, Montilla-Moriles, Rioja, etc…) aunque no fueron reconocidas legalmente hasta años más tarde.
En esta tabla podréis ver la antigüedad de cada una y los reglamentos que las protegen.
Además de una estricta normativa de calidad, si una zona de producción quiere acceder a una D.O. deberá haber sido reconocida al menos cinco años antes como región de producción de Vinos de Calidad.
Es obligatorio que las botellas de vino estén debidamente etiquetadas con su respectivo sello de Denominación de Origen, normalmente encontraréis esa etiqueta separada en la parte trasera de la botella.
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