La capa española es una prenda de vestir típica española. Se trata de una prenda de abrigo tradicional larga, suelta, sin mangas y abierta por delante que se sujeta al cuello y cubre casi todo el cuerpo, ensanchándose gradualmente hacia la parte inferior que sirve para poner encima del traje o vestido.
La capa española a pesar del transcurso del tiempo, ha logrado mantener su apariencia de pleno apogeo de uso a finales del siglo XIX. Fue prenda de vestir de sacerdotes y cristianos viejos.
Utilizada hasta entrado el siglo XX, la capa española forma parte de nuestra historia y nosotros de la suya. «La capa durante siglos ha sido una indumentaria de respeto que marcó la tradición del hombre, para asistir a cualquier acto social o religioso de cierta categoría (…)». Cuando una persona tenía que acudir a algún acontecimiento importante y no disponía de poder económico para adquirirla, la tomaba prestada.
Origen e Historia de la Capa Española
Los promotores de la capa española fueron los Duques de Béjar cuando crearon la Industria Textil Lanera hacia el siglo XIV y XV en Béjar (Salamanca). Poseían enormes rebaños de ovejas y, en época del esquileo, por los meses de abril o mayo, una vez hecha la pelada, lavaban las lanas en el río. Comprobaron que el agua del rio de Béjar, el río Cuerpo de Hombre, era excepcional para el lavado y para el tintado. El lavado era fino, sedoso y dulce en la lana y el tinte se mantenía sólido y permanente. Los Duques de Béjar dedicaron una cuidada atención a esta Industria Textil, y dado el gran consumo de capas, se dedicaron por completo a la fabricación de este artículo.
La denominación de capa española comienza a coger auge a partir del siglo XVI y es usada especialmente por el hombre. También llego a utilizarse en Francia con el conocido nombre de capa española.
En la época romántica también fue utilizada por las mujeres, llegando Luis VII a prohibir el uso de éstas a las mujeres cortesanas, para que éstas no fueran confundidas con las honradas. En los antiguos grabados y láminas se ve con que soltura y gracia solían embozarse la capa los franceses, flamencos, ingleses, italianos y portugueses, que después quedo como cosa peculiar de los españoles.
En el XIX, triunfa definitivamente la que ha venido en llamarse capa española, en sus cuatro variantes más conocidas: La Madrileña o pañosa, con esclavina, cuello bajo y embozo de terciopelo de colores, en terciopelo verde y/o rojo. La Castellana o parda, de paño pardo o marrón sin vivos y con grandes broches. La Catalana, de amplios vuelos y capilla galoneada. La Andaluza, de esclavina más corta y de menor longitud.
Dejaron de llevarse los colores vivos y solo siguieron llevándose las de paño negro, castaño, azul o verde oscuro. Se le dio más vuelo se forraron los embozos de piel, lana o terciopelo y la esclavina se hizo más corta y más airosa. Las mujeres han seguido usándola raras veces y todavía la usa alguna hacendada portuguesa.
A principios del siglo XX, las diferencias son menos acusadas, existiendo prácticamente un solo modelo de capa; la capa negra con embozos de terciopelo de vivos colores con esclavina adornada con pasamanería rematando su cuello un broche, que suele distinguir a quien lleva la capa, bien por su procedencia, condición o asociación. Este tipo de capa es la que nos ha llegado a nuestros días que paulatinamente dejo de usarse por considerarse una prenda antigua.
A finales del siglo XX ciertos grupos de nostálgicos y admiradores de esta prenda en desuso, por distintas localidades españolas han ido creando asociaciones para hacer resurgir, realzar y dar a conocer esta prenda, la capa española, de elegancia propia, añorada por unos y dejada en el olvido por otros. Un ejemplo es la Orden de Caballeros de la Capa Española de Valencia.
La fabricación de la Capa Española
La capa española lleva un trato muy especial en la fabricación. En sus orígenes después de lavar las lanas se pasaba al tintado de las mismas. Es confeccionada en diferentes tonos: en negro y en «azul tina». Para conseguir este color se utilizaba miel de romero y orín. El proceso del tintado se llevaba a cabo en grandes artesas de madera hechas con duelas o en tinas. Una vez tintada la lana se pasaba a su fabricación.
Primero se hilaba, en un principio a mano, después en rústicas máquinas, luego en tornos semi-mecánicos y actualmente en selfactinas ultra modernas. A continuación se tejían en los telares de braceros, en un primer momento, luego en telares de garrote, después extendiéndose a otros más modernos y automáticos hasta llegar a los actuales que son muy sofisticados.
Para finalizar la fabricación se acababan las capas en unos batanes muy característicos y por procedimientos rústicos para enfurtir estos paños a base de un gran rodaje en agua de las telas, que después se trataban con cardillos silvestres para percharlas, tal y como hoy se hace, para sacarlas el pelo, que se igualaba después con una operación que se llama «tundido», así se logra el pelo que da ese tono único a las capas de Béjar.
El secado de las piezas se hacía, al igual que en la actualidad, al aire libre y al sol, consiguiendo así un acabado insuperable y único. Una vez realizados todos estos pasos ya podemos confeccionar la capa. Las técnicas actuales se compaginan con algunas de las antiguas y se consiguen unas prendas únicas.
Cómo llevar una capa española