EL MIRADOR DEL RIO: miradores con las vistas más espectaculares de España
El Mirador del Río se encuentra situado en lo alto del Risco de Famara, a 400 metros de altitud, en la zona más septentrional de la isla desde donde podemos contemplar una de las vistas panorámicas más espectaculares de Lanzarote.
Se trata de una las creaciones arquitectónicas más representativas de César Manrique donde plasma, en la sucesión de detalles artísticos y arquitectónicos, su entusiasta proyecto de integrar arte y naturaleza.
El famoso y reconocido artista César Manrique ha sido quien mejor ha sabido respetar la esencia de Lanzarote y conjugarla con el arte y la estética. En el Mirador del Río, mezcló como nunca el binomio arte y naturaleza.
Esta obra ofrece actualmente una vista privilegiada sobre la isla de La Graciosa y todo el archipiélago Chinijo, permitiendo que el visitante se integre con el paisaje. Pero, además, el propio mirador es en sí mismo una pequeña obra de arte natural.
En esta ocasión, el río no es tal, sino que se trata del brazo del océano Atlántico que separa Lanzarote del archipiélago Chinijo. Es un parque natural formado por las islas de La Graciosa (la única habitada), Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este y Roque del Oeste.
El Mirador del Río se inauguró en 1973 como uno de los primeros reclamos de turismo sostenible en Lanzarote. César Manrique, con la ayuda de Eduardo Cáceres y Jesús Soto, optó por excavar la zona, que había sido de uso militar, construir el nuevo edificio y, después, taparlo todo de nuevo con un manto de piedra volcánica.
El Risco de Famara es un extenso acantilado que se desarrolla longitudinalmente a lo largo de 22 kilómetros desde Punta Fariones, el extremo más al norte de la isla, hasta el Morro del Hueso, en las inmediaciones de Teguise.
A largo de su orografía se alcanza el punto de mayor altitud de la isla, las Peñas del Chache, de 671 metros de altitud. El trazado vertical del Risco discurre casi en paralelo a la costa de La Graciosa, de la que la separa un estrecho brazo de mar denominado el Río. De gran interés medioambiental el Risco de Famara, La Graciosa y los islotes próximos a ella, incluidos los fondos marinos, forman una unidad declarada Parque natural del Archipiélago Chinijo.
En los días claros y despejados, podemos contemplar la espléndida visión del parque natural del archipiélago Chinijo.
Se divisa en primer lugar la isla de La Graciosa, detrás se encuentran Montaña Clara y el Roque del Oeste y, al fondo, Alegranza y el Roque del Este. Desde el Mirador se aprecia la base del risco de Famara y, destacando con colores rojizos, las salinas más antiguas de la Isla, las Salinas del Río o de Guza.
Los trabajos se iniciaron en 1969, inaugurándose el edificio en 1973, como ya hemos dicho. La ejecución técnica de la obra corrió a cargo del arquitecto Eduardo Cáceres y del artista Jesús Soto. La ejecución del edificio supuso un alarde de planificación técnica, ya que hubo que proceder a la excavación del terreno y con posterioridad realizar el edificio y cubrirlo con piedra volcánica.
La situación estratégica de este enclave, que a modo de atalaya permite una visión privilegiada de un amplio sector del norte de la isla, fue militarmente utilizada desde finales del siglo XIX, cuando se construyó una batería defensiva de la costa durante la guerra hispano-cubano-norteamericana (la Guerra de Cuba). Popularmente a esta zona del Risco de Famara siempre se la ha conocido como «La batería del Río».
El edificio e interior
Se ubica entre dos accidentes geológicos especialmente significativos: de una parte el impresionante Risco de Famara y de otra, el Volcán de la Corona, hacia el cual se extienden los brazos de la gran plaza semicircular que da entrada a la edificación.
Este relevante edificio es apenas perceptible desde el exterior ya que, en una sutil maniobra de camuflaje, esconde su estructura bajo una pesada piel de piedra que lo mimetiza con el entorno.
Situada en el exterior, resalta una escultura figurativa de hierro forjado. Representa un pez y un ave. Se trata de una metáfora de dos elementos de la naturaleza que tienen gran presencia en este paisaje: el agua y el aire.
Al interior se accede a través de un pasillo serpenteante en el que se ubican unas hornacinas decoradas con cerámicas tradicionales realizadas por el artesano lanzaroteño Juan Brito. Después de atravesar esta sugerente entrada nos encontramos con dos grandes espacios abovedados, donde se sitúan dos amplios ventanales de cristal – los ojos del Mirador– que permiten contemplar la extraordinaria vista desde una posición privilegiada.
Los dos ventanales, cóncavos horizontalmente y ligeramente oblicuos verticalmente, incrementan el efecto de visión panorámica, permitiendo al mismo tiempo que el recinto se inunde de luz y comunicando el espacio interior y exterior privilegiando la naturaleza.
Cabe destacar la barandilla perimetral realizada en hierro y madera que da a esta fachada el aspecto de la proa de un buque. Simbólicamente, la isla se convertiría en un navío que navega, dirección norte, sobre las aguas del Atlántico.
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