La cultura megalítica, es decir, las civilizaciones cuyos restos conservados consisten en “grandes piedras” (dolmen) dispuestas de manera estudiada son una forma magnífica para poder ver cómo vivían nuestros antepasados de la Prehistoria hace más de 6.000 años.
Desde el Neolítico y hasta la Edad del Bronce, periodos de la Edad de Piedra, la cultura megalítica se desarrolló en todo el mundo, aunque el término localiza la etapa entre el Mediterráneo y la zona Atlántica de Europa.
Lo primero que suele aparecerse en la mente del viajero al ver estos enormes monumentos prehistóricos es, ¿pero cómo pudieron construirse sin los avances técnicos modernos? La cuestión en sí misma ya otorga cierto acercamiento a una cultura tan alejada de la nuestra, porque nos ofrece una nueva dimensión de los seres humanos: pensaban, planeaban, estructuraban, se comunicaban, todo ello para conseguir erigir estos monumentos.
Ahora bien, ¿por qué razón se construían, con el esfuerzo y la dedicación que debía conllevar? Tampoco está claro que fueran grupos estables en un territorio, por lo que todavía da más misterio a la cuestión. Varias teorías se han propuesto para intentar responder a esta y otras preguntas de los hombres de la Prehistoria.
Algunos estudiosos coinciden en la función sepulcral del monumento, una costumbre que revela la conciencia religiosa del grupo y la creencia en el más allá, además del recuerdo sentimental de la persona que los deja, no muy diferente de las formas actuales. Por otro lado, otros investigadores apuntan a una función de tipo amenazante, en la que estas construcciones pondrían de manifiesto la pertenencia del territorio a un determinado grupo, reforzando la identidad (otro factor inesperado) frente a los demás.
Sea como sea, en España han quedado muchos de estos testimonios de arquitectura prehistórica y muchos de ellos se encuentran en un estado de conservación muy buena.
El Dolmen de Santa Cruz está situado en la vega de contranquil, en las confluencias de los ríos Güeña y Sella, en la localidad asturiana de Cangas de Onís.
Se trata de un monumento funerario del año 4000 a.C., formado por un montículo artificial en cuyo interior se localiza una cámara sepulcral compuesta por varias lajas de piedra.
Sobre este montículo se alzó una capilla que fue mandada construir por el rey Favila I en el año 737 d.C. Este edificio religioso del siglo VIII fue sustituido por otro en 1632, siendo posteriormente destruido durante la Guerra Civil, al igual que el túmulo que cubría el monumento megalítico.
Tanto la capilla como el túmulo actuales son una reconstrucción, pudiéndose contemplar la cámara sepulcral bajo el suelo de la ermita.
La Cámara Sepulcral
Se trata de una cámara de planta poligonal, que está formada por cinco grandes lajas de piedra y otras dos más pequeñas. Además, hay que destacar la decoración de la cara interna de la cámara funeraria, donde se localiza un conjunto de pinturas y grabados, compuesto por líneas quebradas, triangulares… Fue declarado monumento en 1931.
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