CANCHO ROANO: ruta parques arqueológicos de España
Cancho Roano (a veces escrito como Cancho Ruano) es un yacimiento arqueológico, situado a 10 Km. de Zalamea de la Serena, en la provincia de Badajoz, en la finca denominada «Cancho Roano», junto al río Cigancha (Badajoz).
El yacimiento extremeño de Cancho Roano alberga uno de los más sobresalientes hallazgos de la arqueología española del último cuarto del siglo XX. Desde su descubrimiento en 1978, el palacio-santuario de origen tartésico, ha sido uno de los hitos arqueológicos que más interés y polémica ha suscitado entre los investigadores especializados en la Protohistoria de la península Ibérica y uno de los que más abundante literatura ha generado.
En 1986 el yacimiento es declarado Monumento Nacional, por su riqueza arqueológica e histórica.
De sus estudios se extrae que el yacimiento, que data del siglo V a.C., fue descubierto para la ciencia hace ahora 30 años. Su excavación y estudio crítico a lo largo de todo este tiempo han permitido sentar las bases iniciales para el conocimiento de las postrimerías de la Primera Edad del Hierro en el tramo extremeño del Guadiana, y de las transformaciones económicas y sociales que experimentaron las poblaciones de estos territorios en aquella época.
En cuanto al por qué de este asentamiento, hace más de 2500 años ya existía una compleja red comercial impulsada por las civilizaciones del Mediterráneo Oriental en su búsqueda de materias primas. Este foco cultural de rasgos orientalizantes extendió su influencia sobre amplias zonas, abarcando, entre otras, gran parte de Extremadura y el Alto Guadalquivir. La reorientación económica surgida de la crisis del mundo tartésico provocó un espectacular desarrollo de las zonas periféricas, siendo uno de sus mejores exponentes el lugar en el cual se ubica Cancho Roano.
El Palacio-Santuario
El complejo arquitectónico, orientado al sol naciente, fue erigido sobre una cabaña ovalada donde se levanta el primer edificio. Sobre este monumento se construyó un segundo, del que se conoce su planta, en la que se han documentado hasta tres altares de adobe, dos de ellos en forma de piel de vaca. Por último, a mediados del s. V a.C., se decidió clausurar este segundo santuario para edificar el ahora visible. Este es uno de los motivos que convierten a este yacimiento en un descubrimiento excepcional; tres conjuntos arquitectónicos diferentes, construyendo cada uno sobre los restos del anterior.
Se trata de un complejo edificio de planta cuadrada, rodeado por un foso y en el que se pueden apreciar tres etapas constructivas: la primera, del s. VI a.C., con muros de adobe sobre una base de mampostería; una segunda fase se llevó a cabo entre el año 500 y 450 a.C.; y una tercera, entre el 450 y el 375 antes de nuestra era. Es el conjunto tartésico mejor conservado de la Península Ibérica.
El conjunto de edificaciones estructuradas en torno al edificio central, se elevan sobre una terraza de piedra, que aparece rodeado por una serie de largas y estrechas naves articuladas en pequeñas habitaciones.
El foso excavado en la roca delimita un espacio de unos 2.000 metros cuadrados.
Se construyó con un sólido basamento de piedras y alzados de adobe, y fue enlucido por el exterior con arcilla roja, como los suelos de las habitaciones, mientras que el interior fue totalmente encalado. Para realzar aún más el cuerpo principal del santuario, se construyó una terraza de piedra de gran tamaño, también encalada, que lo rodea por completo. Al cuerpo principal se accede por un patio cuadrado, con un pozo en el centro, que aún hoy mantiene su nivel de agua.
La entrada al edificio se realiza mediante una escalera de piedra construida en la esquina septentrional del patio, que conduce a una estancia que, a su vez, comunica con un gran ambiente transversal, que cruza todo el edificio y sirve de distribuidor a los espacios del fondo.
Se disponen en tres cuerpos independientes en la zona meridional, almacenes en los que se hallaron ánforas y orzas que contuvieron cereales, aceite, vino, miel y otros productos alimenticios, así como una cantidad de objetos de bronce -´calderos, recipientes rituales, jarros, arreos de caballo, etcétera-; la septentrional consta de una habitación alargada, en cuyo fondo había un telar, a la que se abren tres pequeñas estancias en las que se halló gran parte de los materiales de importación que caracterizan al yacimiento: alabastrones, copas griegas, cuentas de pasta vítrea púnica, escarabeos egipcios, marfiles, sellos de lidita, cuentas de ámbar y cornalina y buena parte de las joyas de oro del santuario. En el eje central del edificio se erigió la habitación principal, verdadero lugar sacro del complejo, en cuyo centro se levantó un gran pilar rectangular que haría las veces de altar. Tal vez lo más sobresaliente de este espacio principal es que el pilar se alza sobre los respectivos altares de los dos edificios anteriores. Por último, el monumento está rematado, a modo de torres, por dos habitaciones: la de la entrada, donde se construyó una escalera para acceder a la terraza y la planta superior hoy perdida, y la suroriental, tal vez lugar de residencia.
Rodea el edificio una serie de estancia perimetrales, seis por cada lado, donde se depositaron ajuares a modo de ofrendas. Todo el complejo monumental está rodeado por un foso excavado en la roca, que en algunos puntos busca los niveles freáticos para mantener siempre una lámina de agua que ensalce la construcción. En la zona oriental, por donde se llega al santuario, se construyó una pequeña muralla con dos torres poligonales en el centro que flanquean la única entrada posible a la construcción.
El edificio fue intencionadamente incendiado, destruido y posteriormente sellado con tierra antes de ser abandonado, echándose en falta tan sólo los elementos sacros, seguramente recuperados para mantener el culto en otro lugar. El continuo cruce del agua de arroyo Cagancha, aún en épocas de fuerte sequía, así como la construcción de pozos en el interior avala el papel primordial que debió jugar el agua tanto para la construcción como para el culto en el lugar.
La Leyenda de la Atlántida
El misterio de la Atlántida sigue sin resolverse. Puede que nos encontramos ante alguna leyenda, fábula o quimera, pero Platón la describe piedra a piedra en uno de sus libros y sigue siendo un lugar que se busca desde hace más de 2.000 años sin que nadie sepa a ciencia cierta dónde estaba ubicada. Han sido muchos los lugares que se le han asignado. Se habla de la Atlántida como la ciudad más avanzada de su tiempo, que fue arrasada por mar tras devastadores tsunamis.
En un documental de ‘National Geographic’ titulado ‘Finding Atlantis’ (‘En busca de la Atlántida’), expertos en arqueología ubican la ciudad perdida en las marismas de Doñana (Huelva). Se basan en los escritos del filósofo griego, quien describe con detalle los templos y la arquitectura, calcula incluso dimensiones y, sobre todo, el lugar en el que se encontraba.
Platón aseguraba que la ciudad se localizaba pasando un lugar al que describía como los ‘Pilares de Hércules’, lo que hoy se conoce como el estrecho de… Gibraltar.

Estela hallada en Cancho Roano. En ella se aprecia un guerrero protegiendo los círculos concéntricos que podría recordar a la Atlántida, tal como fue descrita por Platón
Según las explicaciones de este estudio en el documental, Tarsis, ciudad que se menciona en la biblia, la cual se identifica como la capital del reino de los tartesos, podría ser la misma ciudad que describe Platón, ya que coinciden muchas de sus ilustraciones con las que se reflejan en diferentes escritos del Antiguo Testamento. De hecho, a los barcos que cubrían largas distancias, se les denominaba ‘barcos de Tarsis’, aludiendo al lugar más lejano hasta el que se podía navegar o el límite del mundo. Los tartesos extraían hierro, cobre y oro de sus minas, lo que les convirtió en una de las civilizaciones más ricas y adelantadas de la época, tal y como Platón describe a los habitantes de la Atlántida, pero ambas ciudades desaparecieron misteriosamente de las fuentes y escritos.
Así, si la Atlántida y Tarsis son la misma ciudad, hay teorías que coinciden con la función del templo de Cancho Roano. Se han encontrado muchas muestras de la cultura tartesia, o lo que podría ser lo mismo, la cultura de los Atlantis…
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