Ategua constituye uno de los yacimientos arqueológicos más destacados de la provincia de Córdoba. Su ocupación está comprendida entre el Bronce Final hasta la Edad Media, lo que lo convierte en un lugar privilegiado para la investigación arqueológica e histórica.
Destaca en Ategua su recinto fortificado ibérico y romano, uno de los mayores de la provincia de Córdoba, y las edificaciones de época ibérica, romana y medieval.
Con una dimensión de 205 hectáreas, el yacimiento fue inscrito como Monumento Nacional en 1982 y como Bien de Interés Cultural en la categoría de Zona Arqueológica en 2005.
Primeros restos encontrados en Ategua
En el estado actual de la investigación arqueológica, el poblamiento de Ategua se iniciaría en la Edad del Bronce, si bien determinados hallazgos apuntarían a una ocupación anterior ya de la Edad del Cobre, en el tercer milenio a.C. En el siglo VIII a.C., Ategua ya constituía un importante asentamiento tartésico fortificado.
La célebre Estela de Ategua, hallada en el cercano Cortijo de Teba y conservada en el Museo Arqueológico Provincial de Córdoba, sería testimonio de la importancia del oppidum, localizado en el extremo sur del territorio de Corduba.
Del oppidum ibero-romano se han conservado imponentes fortificaciones, especialmente en el sector nororiental de la acrópolis. Sin duda, fueron éstas las defensas que debió forzar César para hacerse con las reservas de trigo que los pompeyanos habían almacenado en la ciudad, y que resultaron fundamentales para abastecer a sus legiones hasta la victoria final en Munda, ya en la cercana campiña sevillana.
La ocupación de Ategua continuó durante la etapa imperial, sin que haya podido determinarse su estatuto jurídico. De esta etapa se han excavado varias casas que disponían de cisternas para el abastecimiento de agua. Igualmente se ha documentado parte de un posible edificio público.
Etapa medieval de Ategua
Ya en la etapa medieval, destaca un recinto fortificado de la segunda mitad del siglo XII, que aprovecha las defensas ibero-romanas en el lado este, en tanto que en los flancos norte, oeste y sur se levanta una nueva muralla con zócalo de sillería y alzado de tapial, reforzada con diez torres cuadrangualres. Esta fortaleza debe ponerse en relación con los esfuerzos del nuevo poder almohade por garantizar el control militar de las principales vías de comunicación de al-Andalus.
Finalmente, tras la conquista castellana de la zona, en los años cuarenta del siglo XIII, se procedió al refuerzo de las puertas almohades mediante una torre octogonal y un baluarte dispuesto en el extremo nororiental, destinado a controlar las comunicaciones entre Córdoba y Granada.
En el siglo XIV se dispuso, en el espacio extramuros entre dos torres del sector suroeste, un mercado dispuesto en torno a una pequeña plaza rectangular pavimentada con lajas de piedra. Poco después, el asentamiento fue abandono, convirtiéndose Ategua en un despoblado junto al Cortijo de Teba la Vieja.
El Conjunto Arqueológico de Carmona (Sevilla) está constituido por edificaciones singulares datadas en época romana, entre los siglos I y II d.C. El yacimiento fue inaugurado en 1885, y es uno de los más antiguos de la Península Ibérica. En la actualidad, recibe cada año cerca de 40.000 visitas, formando parte del itinerario turístico-cultural de la Ruta Bética Romana.
El yacimiento está protegido como Monumento Histórico-Artístico desde 1931, fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC), con la categoría de Zona Arqueológica, en 2003.
La ciudad de Carmona (Sevilla) permitió la existencia de un núcleo de población,ininterrumpido desde la Prehistoria hasta nuestros días, que conserva abundantes testimonios de su pasado. Bajo la dominación romana es cuando alcanza su mayor esplendor, siendo conquistada por Roma en el 206 a.C., en el transcurso de las guerras púnicas contra Cartago. Se convirtió en un importante municipio romano, que tuvo el privilegio de acuñar moneda propia, y causó admiración al propio Cesar por la robustez de su emplazamiento.
Aparecen vestigios por todas partes siendo la Puerta de Córdoba, la Puerta de Sevilla, el recinto funerario y el Anfiteatro las manifestaciones más singulares. En las afueras del recinto amurallado se conserva un sector considerable de la Necrópolis romana junto a otros testimonios propios de la actividad de un arrabal urbano: las canteras de extracción de sillares para la construcción, los alfares y el Anfiteatro dedicado a espectáculos públicos.
Vinculado a la Necrópolis, encontramos el Anfiteatro, excavado parcialmente en la roca del alcor y aprovechando la pendiente natural del terreno, lugar en el que se celebraban los juegos gladiatorios y otros espectáculos propios de este tipo de edificio. Parte de este era utilizado como necrópolis.
Puedes visitar el Museo y Centro de Interpretación de la Ciudad de Carmona con una selección de las mejores piezas encontradas durante las excavaciones. El museo está situado en la Casa-Palacio del Marqués de las Torres, del siglo XVI. Su espacio expositivo está compuesto de 16 salas, perteneciendo a la Carmona romana de las salas sexta a la novena.
En el Ayuntamiento de Carmona podemos vislumbrar un excelente mosaico, descubierto en el casco antiguo de la ciudad.
La necrópolis está considerada como uno de los conjuntos funerarios romanos de mayor extensión y mejor conservada de la península. Hay más de 400 tumbas en las que se mezclan las tradiciones cartaginesas con las romanas.
Foto de Emilio López
El uso de la Necrópolis se sitúa en torno al siglo I y II. El ritual de enterramiento más frecuente era la incineración. El mausoleo colectivo, formado por una cámara subterránea, de carácter familiar, es el tipo de enterramiento más generalizado en la Necrópolis de Carmona. La Necrópolis es uno de los yacimientos de la Península que conserva mayor número de pinturas.
Te sorprenderás con la enorme Tumba de Servilia de más de 1300 metros cuadrados y con la curiosísima Tumba del Elefante, que se ha venido interpretando en los últimos años como un santuario dedicado a Cibeles y a Atis.
Las primeras evidencias de enterramientos en la necrópolis se encuentran en una serie de monumentos funerarios tartésicos (siglo VII a.C.), realizados mediante la excavación en el terreno de una fosa central cubierta por un montículo o túmulo de tierra, recientemente significados en el paisaje del conjunto.
Los primeros enterramientos romanos, se conservan al sur del Anfiteatro y pueden ser atribuidos al siglo II a.C. Se trata de una serie de tumbas de inhumación, caracterizadas por un ritual funerario peculiar significado por la colocación del cadáver flexionado y con la cabeza orientada al este.
Conocido también como A Cidá o Cibdá (ciudad en castellano antiguo), el Castro de Borneiro se sitúa en el municipio de Cabana de Bergantiños (La Coruña, Galicia), y es un claro ejemplo de la cultura castreña de finales de la Edad del Hierro.
El Castro de Borneiro es un asentamiento habitado entre el siglo VI a. C. y el I d. C. Está situado en una elevación del terreno de unos 212 metros de altitud, y desde el cual se puede controlar el territorio que lo rodea, sobre todo la desembocadura del Río Anllóns y la Ría de Corme Laxe.
Foto de Marcos Rodriguez
Descubierto en 1924, ya se empezó a excavar en 1932. Los trabajos duraron poco y se reanudaron en los años 70. A partir de 1980 se inició una tercera y más larga etapa de trabajos arqueológicos, durante 11 años. Este castro fue el primer castro de Galicia en ser datado con el método del Carbono 14.
Origen e Historia
Los castros son poblados fortificados de forma oval o circular situados, fundamentalmente, en zonas elevadas.
El origen de estos asentamientos se remonta a la Edad del Bronce (s. VIII a.C.), pero será en la Edad de Hierro cuando alcancen su mayor desarrollo y adopten un carácter más defensivo y consistente con la utilización de la piedra para la construcción.
Con la llegada de los romanos (s. I d.C.) estos pueblos del Noroeste son abandonados o van sufriendo transformaciones.
Los habitantes del castro vivían de la agricultura y la ganadería. Seguramente también se practicaba la caza y la recolección de frutos, además de la pesca y el marisqueo.
El castro estaba habitado por un conjunto de familias en el que se puede deducir que los hombres dispondrían de los bienes muebles (ganado, botines de guerra, joyas) y las mujeres de los inmuebles (la propiedad y trabajo de la tierra) heredados por línea materna. Los restos arqueológicos no indican la existencia de jefes, sólo se sabe que se respetaba el rango y la edad de las personas.
Arquitectura
Las construcciones encontradas en el conjunto, excavadas en la actualidad las tres cuartas partes de la superficie y un total de 36 construcciones, son de planta predominantemente redondeada y de tipo doméstico.
El conjunto (de 90 por 55 metros) está rodeado en todo su perímetro por un foso y dos muros defensivos, a excepción del lado este, donde la pendiente brusca de la ladera actúa como defensa natural.
Además del recinto principal existe una zona conocida como Barrio Extramuros en el lado este, coincidiendo con la entrada al castro. Este segundo conjunto está formado por una gran vivienda ovalada, dos fuentes con desagüe y un horno circular que en su momento debió de estar cubierto por una bóveda.
Las viviendas son circulares o cuadrangulares con las esquinas redondeadas, destacando por su gran tamaño en comparación con otros yacimientos.
En las proximidades de este enclave tienes una ruta de molinos denominada Ruta do Rego dos Muiños. Y a pocos kilómetros también puedes visitar el Dolmen de Dombate.
El día 24 de Julio se celebra el “Castro Animado” y se puede disfrutar de teatro, artesanía, juegos, gastronomía, música, baile…
El Castillo de Burgalimar (Bury al-Hamma, “Castillo de los Baños”) es una fortaleza omeya del siglo X, construida sobre un pequeño cerro que domina la localidad de Baños de la Encina (Jaén). El castillo está considerado como el más antiguo en pie de España y el segundo de Europa.
Esta fortaleza califal fue mandada levantar por el califa cordobés Al-Hakam II, hijo y sucesor de Abderramán III, y finalizada en el año 968 d.C.
Hoy podemos ver en el Castillo de Burgalimar, el conjunto fortificado que mejor se conserva del Califato de Córdoba. Un excelente ejemplo de fortaleza de su época. A su vez, es uno de los castillos árabes que mejor se conservan en España. Por sus valores históricos y artísticos está declarado Monumento Nacional desde 1931, y Bien de Interés Cultural.
Desde 1969 tiene el privilegio de ondear en su torre del homenaje la bandera azul coronada de estrellas del Consejo de Europa, privilegio otorgado con motivo de la celebración del milenio de la construcción del castillo, y del que sólo dos castillos europeos tienen este privilegio, el de Baños de la Encina y el de Florencia en Nápoles.
Las visitas se reparten en distintos horarios, por lo que esto no es un problema, y cuentan con alternativa guiada. Cerca quedan Bailén, Montoro, Linares, Baeza, Úbeda o Andújar. Precisamente la sierra que comparte nombre con la última localidad o Despeñaperros son parques naturales cercanos notables.
Origen e Historia del Castillo de Burgalimar
Baños de la Encina tuvo asentamientos humanos desde la Edad del Cobre, como se desprende de los yacimientos arqueológicos que hay en el interior del recinto amurallado.
En el castillo se ha encontrado un epitafio sepulcral que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional y una lápida fundacional, en la que puede leerse:
“Mandó edificar esta fortaleza el siervo De Dios Alhacam Almostánsir bilá Emir Almuminín, cuya vida Dios guarde.
Medió su cliente y gobernador militar suyo Maysur Benalhacam.
Acabóse, mediante el poder de Dios y de su ayuda.
Y esto fué en el mes de Ramadán del año trescientos cincuenta y siete.”
La fecha que aparece en la inscripción se corresponde con el año 357 después de la Hégira del calendario musulmán, por lo tanto se trata del año 968 del calendario cristiano.
La fortaleza se levantó como pieza estratégica para defender y proteger el camino de Cordoba al puerto de Muradal, hoy Almuradiel o a Despeñaperros. Los almohades reforzaron las defensas levantando un doble cerco de murallas para resistir el acoso cristiano que este castillo árabe, como otros del valle del Guadalquivir, sufrió en los siglos XI y XII.
El castillo fue conquistado por Alfonso VII en 1147, aunque, tras su muerte, volvió a manos de los musulmanes. De nuevo, en 1189, sería tomada la fortaleza de Baños de la Encina, aunque también de forma efímera, por las tropas de Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León.
En el año 1212, después de la batalla de las Navas de Tolosa, es conquistado de nuevo por los reyes Alfonso VIII, Pedro I de Aragón y Sancho el Fuerte de Navarra, sin embargo la conquista definitiva fue realizada por Fernando III en 1225, incorporándola a la ciudad de Baeza.
El castillo de Baños de la Encina es también conocido con el nombre de «la fortaleza de los siete reyes», pues por ella pasaron en diferentes épocas, Alfonso VII, Alfonso VIII, Alfonso IX, Pedro II, Sancho VII, Fernando III y Fernando el Católico.
En la segunda mitad del siglo XV, la villa y su castillo tuvieron gran importancia durante los enfrentamientos entre los partidarios de Enrique IV y los del Marqués de Villena y don Pedro Girón, primer señor de Utrera y Osuna, que pretendió casarse con la que sería más tarde reina de Castilla, doña Isabel la Católica.
Durante la guerra de la independencia el castillo sufrió las consecuencias de su ocupación y desde entonces hasta 1828, el patio del castillo serviría de cementerio parroquial.
Características del Castillo de Burgalimar
El castillo ocupa la cumbre de un monte con una forma elíptica y está construido en tabiyya o tapial rojizo, material típicamente árabe realizado a base de una mezcla de arcilla, arena, cal y piedras muy menudas, un procedimiento de construcción mucho más rápido y barato que las cuidadas obras de mampostería o sillares, lo que evidencia su originaria función eminentemente militar, destinado al acuartelamiento de las tropas beréberes alistadas para las campañas anuales contra los cristianos, cuyo lugar de concentración final, ya en la frontera, era la fortaleza de Gormaz (Soria).
Dispone de catorce torreones rectangulares y uno pentagonal, que adopta esta forma por la necesidad de adecuarse al quiebro que realiza la muralla en esta zona. Las torres apenas sobresalen de la silueta de la muralla.
Sobre una de las torres originales se introdujo la principal modificación cristiana, la Torre de Homenaje, también conocida como Almena Gorda, de la que carecen los castillos musulmanes fue construida en el siglo XV. La torre, de estilo gótico, está construida en mampostería irregular y tiene forma semicilíndrica al exterior, está estructurada en dos cuerpos cubiertos por bóveda de cañón apuntada y esquinas exteriores redondeadas para eludir los efectos de la artillería. La torre no mira hacia la campiña sino hacia el interior de la población para su control e intimidación, lo que indica su transformación con el discurrir de los años en un edificio señorial.
Al gran patio de armas se accede por una puerta que mira al este y que se abre entre dos grandes torres que la defienden. Está cubierta por un gran arco de herradura y protegida por un gran matacán que la reforma realizada durante la restauración ha ocultado.
En su patio interior se contempla un aljibe dividido en dos naves separadas por pilares y cubierto por una bóveda de medio cañón. Igualmente, se observa la otra modificación de la época cristiana: la construcción de un alcazarejo mediante la creación de una muralla interior compuesta por un poderoso torreón circular, del que hoy sólo se conserva la base, y dos lienzos que unían ésta con los muros laterales, de los que hoy sólo queda parte de uno de ellos.
El castillo de Baños de la Encina dispone de dos accesos, uno en cada frente. En el noroccidental se abre un postigo de poca altura, sólo para el paso de personas, del que había que descolgar alguna escalera de mano para salir y entrar. La puerta principal está en el frente opuesto, hacia el sureste, es recta, flanqueada por las dos torres más apretadas del castillo, con las que forma unidad. Se abría hacia el exterior con un gran arco de medio punto, actualmente de herradura, a modo de hornacina, de dovelas con despiece radial.
La Caleta, playa de la ciudad de Cádiz ubicada en el centro histórico, cobra importancia cuando el sol comienza a deslizarse por debajo del horizonte. Nadie se puede cansar de admirar un espectáculo de este calibre, que se produce en cualquier época del año.
La Caleta tiene algo mágico. Aquí se respira la esencia gaditana más pura, pues que esté enclavada en el barrio de La Viña tiene mucho que ver. La Caleta es amor a primera vista; contemplar aquí un atardecer es un recuerdo que se queda grabado para toda la vida.
La Caleta es una pequeña playa de 400 metros de largo. Debido a que tiene una barrera natural de piedras, las olas chocan con ellas y por lo tanto, la marea siempre está muy tranquila.
La playa del casco antiguo de Cádiz no entiende de estaciones, y sus arenas siempre albergan a gaditanos y extranjeros. Refugiada entre dos castillos, el de San Sebastián y el de Santa Catalina, las barcas balanceadas por la mar, producen destellos que la hacen brillar. Disfrutar de un entorno familiar, descansar a la sombra de un antiguo balneario, pasear por un camino de rocas y disfrutar de la esencia de Cádiz, son algunas de las actividades que se puede hacer en la playa de La Caleta.
El balneario (1926), llamado el balneario de Nuestra Señora de la Palma y el Real, es un antiguo balneario declarado Bien de Interés Cultural donde los gaditanos se cambiaban antes de bajar a la playa. Un elegante edificio blanco, terminando en las alturas con unos bulbos blancos que recuerda al estilo árabe. Sin duda, es un gran símbolo de la Caleta. Este balneario es hoy en día el Centro de Arqueología Acuática.
El paseo que da acceso alcastillo de San Sebastián, divide la playa en dos tramos, quedando al sur una pequeña lengua de arena que también es aprovechada para tomar el sol y disfrutar del baño en piscinas naturales de piedra.
Origen e historia de la Caleta
La mayor concentración de yacimientos arqueológicos submarinos del litoral de Cádiz se encuentra en los alrededores de la playa de La Caleta, entre el Castillo de San Sebastián y el de Santa Catalina, en lo que fue la entrada natural desde mar abierto a la Bahía de Cádiz.
Este trayecto se realizaba a través del antiguo canal Bahía-Caleta (hoy en parte desaparecido), que discurría entre la actual playa y el Puerto de Cádiz. El canal servía de frontera natural entre las islas de Erytheia, dónde se encontraba el núcleo urbano de la colonia fenicia, y Kotinoussa.
Los restos expuestos en el Museo de Cádiz hallados en La Caleta, procedentes tanto de hallazgos casuales como de prospecciones arqueológicas, demuestran la utilización de todo el entorno de la actual Playa de La Caleta desde los primeros tiempos de funcionamiento de la colonia.
Así mismo, en los textos clásicos se hace referencia a la existencia en esta zona de la ciudad de dos templos de gran importancia: El primero de ellos dedicado a la Diosa Astarté en la Punta del Nao (hoy en día un arrecife sumergido frente al Castillo de Santa Catalina) y el segundo dedicado a Baal Hammon o Kronos, en el islote que ocupa actualmente el Castillo de San Sebastián.
La existencia de ambos templos se encuentra respaldada por el descubrimiento de algunas piezas de enorme importancia, como el Gran Thymiaterion (quemaperfumes fechado en los siglos VII-VI a.C), objetos votivos, estatuillas de terracota y el capitel protoeólico de volutas, entre otros objetos de gran valor histórico que pueden contemplarse todos ellos en la Sala Fenicia del Museo de Cádiz.
Toda la zona se constituía además como punto destacado de intercambio comercial de extraordinaria vitalidad e importancia debido a su fondeadero. Un puerto natural entre las islas de Erytheia y Kotinoussa dónde las naves fenicias arribaban trayendo hasta Gadir todo tipo de mercancías procedentes de la cuenca mediterránea, y desde dónde partían con las materias primas y productos elaborados de la colonia, en especial sus apreciadas salazones.
CASTILLO DE SAN SEBASTIÁN (s.XVIII)
El castillo de San Sebastián, declarado Bien de Interés Cultural, fue construido sobre una pequeña isla donde según la tradición estuvo el templo de Kronos, posteriormente una torre-atalaya musulmana y una ermita veneciana del siglo XV, que tras el saqueo inglés de finales del siglo XVI fueron reconstruidos dando lugar al castillo a partir de 1706.
De planta irregular con nueve lados, y dotada de parapetos, cañoneras, dos fosos de agua y puentes levadizos, protegía el frente norte de la ciudad desde su posición, controlando la entrada de la Caleta y el paso de buques por el canalizo Sur de la Bahía de Cádiz. Cabe señalar que a lo largo de su historia ha sufrido numerosas modificaciones y restauraciones, siendo utilizado como fortaleza, presidio y cuartel militar.
Destaca en la fortificación el Faro construido en 1908 sobre la base de la antigua torre-atalaya musulmana, que mide 41 m sobre el nivel del mar, siendo el segundo faro eléctrico de España.
CASTILLO DE SANTA CATALINA (s.XVI)
Utilizado como centro turístico multiusos (visitas, conciertos y exposiciones), fue declarado Bien de interés cultural.
El castillo fue ordenado construir por el rey Felipe II en 1598, tras el asalto inglés a la ciudad. Obra de ingeniería militar y planta pentagonal, presenta un frente amurallado marino de tres puntas, y un frente amurallado terrestre con dos semi-baluartes, puerta de acceso y foso con puente estable y levadizo.
A lo largo de su historia ha sufrido numerosas modificaciones y restauraciones, siendo utilizado como fortaleza, presidio y cuartel militar. Destaca en la fortificación la capilla y sacristía construida en 1693, en el reinado de Carlos II.
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