Numancia es el nombre de
una ciudad celtíberadesaparecida que se sitúa sobre el
Cerro de la Muela, en Garray, provincia de Soria (Castilla y León). Esta
localización es un punto estratégico
desde el que se domina la llanura, estando delimitado por las montañas del Sistema Ibérico y rodeada por el río Duero y
el río Medancho.
Numancia no es sólo un
yacimiento arqueológico, sino que es además un símbolo de resistencia y de lucha de un pueblo por su libertad.
Fueron los escritores romanos quienes elevaron el comportamiento de los
numantinos a gesta heroica dándole una dimensión universal.
El yacimiento de Numancia, declarado Monumento Nacionalpor Real Orden de 25 de agosto de 1882, es uno de los que más ha aportado al conocimiento del mundo celtibérico, debido al gran número de excavaciones realizadas, contribuyendo con una amplia cantidad de cerámica pintada.
Excavada por Schultten
en 1908, los sucesivos trabajos arqueológicos han descubierto dos ciudades: una más antigua de época celtibérica y, sobre ella, otra
posterior de época romana, acomodada
a la estructura de la anterior. La amplia superficie excavada permite conocer
su trazado con las calles en retícula irregular, sin dejar espacios libres o
plazas.
Actualmente se puede
contemplar el entramado de las calles,
restos de algunas viviendas o la reconstrucción
de sendas casas celtíbera y romana, que convierten su visita en un
auténtico viaje en el tiempo.
El origen del
enfrentamiento con Roma se debe a que, en el año 153 a.C., los numantinos
dan refugio en su ciudad a un grupo de fugitivos de la ciudad de Segeda. Esto
provoca un enfrentamiento con el
ejercito del cónsul romano Quinto Fulvio Nobilior, en el que los numantinos
consiguen derrotar al ejercito romano compuesto por unos 30.000 hombres, pero
en la batalla muere su jefe Caro de Segeda.
Como consecuencia de
esta batalla Roma mantiene durante veinte años continuos ataques contra la
ciudad, hasta que en el año 133 a.C. el
senado manda a Publio Cornelio Escipión Emiliano El Africano Menor, la misión
de destruir Numancia. Para
conseguirlo cerca la ciudad duramente, construyendo a su alrededor un perímetro
con torres, fosos y empalizadas, además de contar con siete campamentos romanos
para aislar a la ciudad.
Después de 15 meses de
asedio y penurias, durante el verano del
año 133 a.C. y acabados los víveres, unos pocos numantinos se entregan al
ejercito romano pero la gran mayoría sabiendo que terminarían siendo esclavos, deciden
incendiar la ciudad y suicidarse.
Esta lucha ha dejado
huella en la lengua española, que acoge el adjetivo
“numantino” con el significado: “Que resiste con tenacidad
hasta el límite, a menudo en condiciones precarias”, según la real Academia.
En recuerdo a la ciudad
hispana, se ha dado el nombre de Numancia al Club Deportivo Numancia de Soria, a varios barcos, como por ejemplo
la fragata Numancia y a unidades militares. En 1936 durante la Guerra civil
Española, un regimiento llamado Numancia tomó el pueblo toledano de Azaña, y le
cambió el nombre por el actual de Numancia de la Sagra.
El caballito de Soria
La primera manifestación
de esta figurilla apareció en las excavaciones realizadas en la ciudad
celtibérica de Numancia. Allí encontraron una fíbula, una especie de hebilla de bronce, que representaba a la deidad
de Hipona, el dios celtíbero de los caballos. Además este símbolo también se
encontró en numerosas vasijas y utensilios que utilizó este pueblo.
El caballito de Soria, además de ser el símbolo que ha utilizado una famosa
joyería soriana para una de sus colecciones es símbolo de la productora
Numancia, la que se encarga de la serie “En tiempos revueltos”, emitida
actualmente.
El yacimiento arqueológico de Los Millares, situado en el municipio de Santa Fe de Mondújar (Almería), es un asentamiento prehistórico de la Edad del Cobre (3200-2200 a. C), formado por el poblado y su necrópolis con una extensión de 6 y 13 hectáreas respectivamente.
Investigadores y científicos demostraron en el año 2020 que Los Millares fue la primera ciudad establecida de toda la península ibérica hace más de 5000 años. Además está considerado por ellos mismos también como uno de los más importantes asentamientos de esta cultura en Europa y en el mundo.
El poblado fue descubierto en 1891, durante la construcción de una vía férrea, y fue excavado por primera vez por el ingeniero belga Luis Siret.
El Museo de Almería cuenta con un ámbito expositivo dedicado al yacimiento de Los Millares.
La entrada es gratis y abren de Miércoles a domingo, de 10:00 a 14:00 h. También se realizan visitas concertadas (grupos) para las cuales son necesarias reservas por teléfono o email.
Historia del poblado de Los Millares
En Los Millares (2700-1800 a.C.) se desarrolla una espléndida cultura agrícola, pionera en la introducción de la metalurgia del cobre en el Mediterráneo occidental. Este emplazamiento también da nombre a la Cultura de Los Millares, que se extendió por Andalucía, llegando hasta Murcia y el sur de Portugal.
Su población se ha estimado en unas 1500 personas.
El poblado está situado estratégicamente cerca de las minas de cobre de la sierra de Gádor, en un promontorio entre el río Andarax y la rambla de Huéchar. Tiene una ciudadela interior amurallada y está rodeado por otras tres murallas, reforzadas con torres de planta semicircular y bastiones. Cuenta además con numerosas defensas exteriores en las elevaciones cercanas (se han localizado hasta 15 fortines), muchas de ellas fuertemente defendidas mediante murallas concéntricas. Se cree que se utilizaban también para el almacenamiento de cereales.
El poblado también presenta una impresionante necrópolis que ocupa unas 2 hectáreas y contiene cerca de un centenar de tumbas, algo sin parangón en la Europa de la época. En cada tumba se enterraban los miembros de un mismo clan con sus ajuares personales: armas, herramientas, adornos, cerámica simbólica e ídolos. La mayoría de las tumbas son tipo ‘tholos’ (construcción de forma circular).
El poblado contó con un extraordinario sistema defensivo, difícil de entender sin la existencia de unos pueblos megalíticos dedicados al pastoreo. Dispuso de cuatro líneas de murallas; de ellas, la más exterior y moderna mide 310 m. desde los escarpes del río Andarax a la rambla de Huéchar. Presenta torres semicirculares o bastiones a intervalos regulares y dos puertas.
Presenta un urbanismo organizado con viviendas de planta circular, algunos edificios de uso público y construcciones relacionadas con la distribución y almacenamiento de agua. La principal actividad económica era la agricultura, la ganadería y la caza, junto con otros trabajos especializados como los metalúrgicos y la producción de puntas de flecha.
Destaca la esmerada y sólida técnica constructiva de las edificaciones y tumbas, así como la calidad y simbolismo de la cultura material.
La visita a Los Millares
El enclave arqueológico de Los Millares se compone de el yacimiento arqueológico en cuestión, un centro de recepción de visitantes y una zona interpretativa cuya visita es independiente pero complementaria a la del yacimiento.
La visita comienza en el centro de recepción de visitantes donde hay abundantes datos acerca de las investigaciones llevadas a cabo en los Millares. En este espacio se ofrece información sobre los recorridos posibles, y se proyecta un audiovisual que facilita la comprensión del yacimiento.
En el yacimiento arqueológico la visita recorre en primer lugar la necrópolis por un itinerario a cuyos lados pueden verse los túmulos de las sepulturas. Una vez que se llega al poblado, se avanza por los diferentes recintos definidos por sucesivas líneas de murallas concéntricas.
Desde el centro de recepción de visitantes hacia el oeste, se llega a una zona interpretativa en la que se han recreado a escala real un tramo de muralla con torres o bastiones y varias cabañas en las que se reproducen las labores de la época.
La duración de la visita completa está entre las dos horas y media y las tres horas. Existe la posibilidad de visitar sólo la zona interpretativa y el centro de recepción, lo cual supondría una hora y media.
Se recomienda traer calzado cómodo, gorra, protección solar y agua.
Segóbriga es una antigua ciudad romana cerca de Saelices, en la provincia de Cuenca. Es posiblemente uno de los sitios arqueológicos más importantes de la meseta española, y uno de los lugares más conocidos e importantes de la provincia de Cuenca.
La ciudad romana de
Segóbriga nos traslada al pasado con su excelente
estado de conservación. Un impresionante patrimonio: el foro, el teatro, el
anfiteatro, las termas monumentales… Multitud de construcciones y monumentos
emblemáticos nacidos del esplendor que
tuvo esta villa entre los siglos I a.C. y III d.C.
Actualmente,
son visitables el
acueducto, las necrópolis, la ciudad, el teatro, la muralla y puerta principal,
el criptopórtico del foro, las termas del teatro, la basílica, el foro, el aula
basilical, las termas monumentales, la acrópolis, la casa del procurador
minero, el anfiteatro, el circo y la basílica visigoda.
No te puedes olvidar de pasar a ver el Museo, donde se puede observar un mapa del Imperio, así como aprender información sobre el origen de la ciudad, su herencia de Roma, su decadencia y abandono, su sociedad, el distrito minero, sus monumentos, la vida cotidiana o la religión. Muy interesante.
Origen e Historia de la ciudad romana de Segóbriga
El nombre Segóbriga deriva de dos palabras: “Sego” que
significa victoria y “briga” que significa fortaleza de la ciudad.
Este enclave sería Inicialmente un castro celtibérico. Tras la conquista
romana, a inicios del siglo II a. C. se convirtió en un oppidum o ciudad
celtibérica. Tras las Guerras de Sertorio, hacia el 70 a. C. pasó a controlar
un amplio territorio como capital de toda esta parte de la Meseta, cuando
Plinio la consideró “caput Celtiberiae” o inicio de la Celtiberia.
En tiempos de Augusto,
poco antes del cambio de Era, dejo de ser ciudad estipendiaría, que pagaba
tributo a Roma, y se convirtió en municipium
o población de ciudadanos romanos. Fue entonces cuando se produjo el gran
desarrollo que tuvo Segóbriga, principalmente por su excelente comunicación y por ser centro de explotación de minas de “lapis specularis”.
Junto a la ciudad
atravesaban varias calzadas importantes
como la que unía Cartago Nova con Complutum. También era importante la conexión
que tenía con Toletum y Segontia.
Por otro lado, la
conocida piedra de yeso cristalizada abundaba en la zona (lapis specularis), lo
cual supuso una fuente importante de
abastecimiento y le otorgó un gran crecimiento. Esto es debido a su uso en
los edificios romanos tanto en ventanas como suelos, ya que es transparente.
Segóbriga fue impulsada por el emperador Augusto.
Esta grandeza ha
permitido que aún hoy queden importantes y bien conservados restos que acercan
Roma a la época actual y la posibilidad de ser testigos de la potencia cultural
del imperio también en la meseta. Segóbriga llegó a albergar un teatro, anfiteatro,
utilizado para las grandes fiestas, termas públicas, templos, destinados al
culto imperial, mercados…hasta convertirse en punto de referencia de la Meseta como vida urbana al estilo romano.
Historia
de la ciudad romana de Segóbriga
Este enclave sería Inicialmente un castro celtibérico. Tras la conquista
romana, a inicios del siglo II a. C. se convirtió en un oppidum o ciudad
celtibérica. Tras las Guerras de Sertorio, hacia el 70 a. C. pasó a controlar
un amplio territorio como capital de toda esta parte de la Meseta, cuando
Plinio la consideró “caput Celtiberiae” o inicio
de la Celtiberia.
En tiempos de Augusto, poco antes del cambio de Era, dejo de ser
ciudad estipendiaría, que pagaba tributo a Roma, y se convirtió en municipium o
población de ciudadanos romanos. Fue
entonces cuando se produjo su auge
económico como cruce de comunicaciones y centro minero de lapis specularis
o yeso traslúcido utilizado para cerrar ventanas. Aprovechando este auge se
inicia hacia el 80 a. C. un programa de construcciones
monumentales que le confieren el aspecto como nos la encontramos en la
actualidad.
En el siglo IV se abandonan sus
principales monumentos convirtiéndose en un centro rural.
En época visigoda, a partir del siglo V, era todavía una ciudad importante,
con obispos que acudían a los concilios de Toledo entre los años 589 y el 693
d. C. De estos años data una gran basílica y la extensa necrópolis que la
circunda. La decadencia de la ciudad prosiguió en época islámica, si bien en esta época se construyó una
fortificación árabe en la cumbre del cerro sobre el que se sitúa la ciudad.
Tras la Reconquista, la población se desplazó al actual pueblo de Saelices
y el lugar pasó a denominarse Cabeza del Griego, quedando reducido a una
pequeña población rural dependiente de la Villa de Uclés.
¿Cómo
era la ciudad romana de Segóbriga?
La población estaba
rodeada de una muralla de 1300
metros de longitud, la cual constaba de tres puertas, una norte, otra este y otra oeste. Para hacer una idea de
la distribución en Segóbriga, de la puerta norte salía una calle dirección
norte-sur, el kardo maximus. Esta
era la principal vía de la ciudad, desde la que emergían calles perpendiculares
en sentido este-oeste o decumani. A ambos lados de la vía de entrada a la
puerta principal de la ciudad, se construyeron dos de los edificios más
representativos: el teatro y el anfiteatro.
El teatro se inauguró hacia el año 79 d.C., en tiempos de Vespasiano y
Tito. Se conserva muy bien su graderío o cavea, el cual se dividía en tres
zonas separadas con corredores para diferenciar las diferentes clases sociales.
La zona inferior mantiene la orchestra y el tablado o proscaenium, que era la
madera existente sobre los pilares de piedra. Estaba decorado con hermosas
esculturas y columnas que le conferían un elegante y monumental aspecto.
El anfiteatro se levantó en la misma época que el teatro. Fueron
utilizados hasta el siglo III d.C., ya que en el IV d.C. se les confirió un uso
agrario. El edificio mide 75 metros de largo, albergando capacidad para 5.500
espectadores. Su arena poseía 1100 metros cuadrados, estando separada de las
gradas por un alto pódium, el cual otorgaba mayor seguridad a los asistentes.
En los extremos se ubicaban las carceres, es decir, las habitaciones destinadas
a las fieras que participaban en los espectáculos.
Tras cruzar
imaginariamente lo que en su día fue la puerta principal del yacimiento, nos
desplazamos a la izquierda para observar el critopórtico del foro. Se trata de una estructura bajo tierra que
sostenía el pórtico norte del foro. Se pueden contemplar todavía los basamentos
que lo sustentaron.
Seguimos recto hasta dar
a parar con las termas del teatro,
construidas a finales del siglo I a.C. Se hallaba en el decumanus maximus,
principal vía de recorrido este-oeste, donde se accedía al recinto a través de
una escalera.
Respecto con el foro o plaza pública de Segobriga, el
centro social y político de la época, en el año 15 a.C. ya estaba realizado. El
centro del espacio lo presidía un monumento del que casi no quedan restos.
Importantes personalidades colocaban estatuas sobre pedestales en el pavimento
y los pórticos, conservándose
todavía algunas de ellas. Rodeando la plaza había pórticos laterales,
sostenidos por bellas columnas. Al sur se hallaba la Curia y las tabernae. Al este se accedía a la basílica, espacio donde se realizaban las transacciones comerciales
más importantes y donde se administraba justicia. Construida al mismo tiempo
que el foro, se trata de uno de los edificios más grandes de la localidad, pues
constaba de tres naves separadas por filas de columnas.
Al otro lado del kardo
maximus, frente al foro, nos encontramos el aula basilical. Se accedía desde esta importante vía mediante una
escalinata ya desaparecida. En época de Vespasiano (69-79 d.C.) se alzó esta
gran construcción dedicada a los negocios del conocido mineral lapis specularis.
A espaldas del aula basilical hallamos las termas
monumentales. Estos espacios públicos destinados al baño se comenzaron a
usar en el último tercio del siglo I d.C. De disposición lineal, se utilizaban
como lugares de ocio, encuentro y negocios.
Giramos a la derecha
para llegar a la vivienda de Caio Iulio
Silvano, importante personalidad de la ciudad que levantó su casa a
principios del siglo III. Se conocen, a día de hoy, tres estancias del
inmueble. La más conocida, sin duda, es la que alberga el mosaico geométrico. Se descubrió en una campaña de excavaciones en
1998. Está realizado con teselas negras y blancas, siendo una réplica del
original, que se encuentra en el centro de interpretación. También es conocida
como la Casa del Procurador Minero.
Muy cerca nos acercamos
a la ermita de la Virgen de los Remedios.
Otro punto importante de
la ciudad son los restos del antiguo
circo, edificio destinado a los espectáculos. Se levantó en el siglo II y
era el lugar usado para realizar las carreras
de carros. Para construir el circo se tuvo que desmantelar una necrópolis
de incineración, de la cual se encontraron objetos como la estela funeraria de
la escalva Iucunda.
Siguiendo por esta zona aterrizamos en la basílica visigoda, uno de los edificios más famosos de todo el parque arqueológico, ya que fue el primero en ser excavado. Se levantó a finales del siglo IV o principios del siglo V, sufriendo posteriormente varias modificaciones. Hablamos de un templo con tres naves divididas por diez columnas en ambos lados, con crucero central y ábside de planta de herradura.
Medina Azahara, castellanización del nombre en árabe Madinat al-Zahra (“la ciudad brillante”), fue construida en las faldas de la serranía cordobesa (en el Chabdál al-Arus o “Monte de la Novia”), un lugar privilegiado en el valle del Guadalquivir a los pies de Sierra Morena.
Se trata de uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de España, que fue mandado construir por el primer Califa cordobés, Abderramán III (Abd al-Rahman III, al-Nasir).
El yacimiento arqueológico de Medina Azahara está declarado Bien de interés cultural en la categoría de monumento y Patrimonio de la Humanidad, colocando a España en el tercer lugar entre los países con más Patrimonios de la Humanidad del mundo, sólo detrás de China e Italia.
Medina Azahara fue concebida como la nueva sede del gobierno del califato y como lugar de residencia del Califa. Pero no fue solo un palacio, sino una auténtica ciudad dotada de una compleja organización urbanística en cuyo interior se desarrollaba la administración civil y militar del nuevo estado.
Sin embargo, para comprender la importancia de Medina Azahara hay que entender que, aunque se trata en esencia de un yacimiento arqueológico, desde un punto de vista artístico se trata de uno de los complejos monumentales más originales dentro de la arquitectura hispanomusulmana y del arte islámico en general. Esto se debe a que ni su estructura ni su ornamentación han sido alteradas con modificaciones posteriores, de modo que los restos exhumados por las excavaciones nos permiten tener una idea muy aproximada a la forma que tuvo en su época.
Origen e Historia de Medina Azahara
Su construcción, iniciada en el año 936, se debe al primer califa de Al-Andalus, Abderramán III. En el año 1010 fue saqueada e incendiada durante la guerra civil que desmembró al califato en los reinos de taifas.
Los principales motivos de su construcción son de índole político-ideológica: la dignidad de califa exige la fundación de una nueva ciudad, símbolo de su poder, a imitación de otros califatos orientales y sobre todo, para mostrar su superioridad sobre sus grandes enemigos, los fatimíes de Ifriqiya, la zona norte del continente africano. Además de oponentes políticos, lo eran también en lo religioso, ya que los fatimíes, chiíes, eran enemigos de los omeyas, mayoritariamente de la rama islámica suní.
De esta manera, en el año 929 se autoproclamaba máximo dirigente político y religioso del Islam como sucesor del profeta Mahoma y príncipe de los creyentes y, como tal, le correspondía gobernar y habitar en una edificación monumental que correspondiera con la grandeza y simbolismo de su dignidad.
La cultura popular también dice que fue edificada como homenaje a la mujer favorita del califa: Azahara.
La arquitectura y características del complejo
A pesar de su corta vida, Medina Azahara como metrópoli fue el máximo exponente arquitectónico y artístico de la dinastía omeya. Un particular Versalles, célebre en su época, de salones y preciosas columnas de mármoles rojos, capiteles labrados con detalle, oro y piedras preciosas. Con una extensión de 112 hectáreas, la ciudad se construyó sobre tres niveles de terrazas escalonadas aprovechando la pendiente natural de su ubicación e integrándose perfectamente en el paisaje. Había diversas zonas residenciales y oficiales, una mezquita propia y áreas de descanso y recreo.
Medina Azahara ya poseía a mediados del siglo X una red de agua corriente que abastecía a todos sus edificios y a sus insignes habitantes, 25.000 «almas» que eran la élite de la ciudad de Córdoba, enclave que entonces contaba con más de 500.000 habitantes, mientras que París tenía 50.000 y en Londres solo vivían 12.000 personas.
Córdoba y su ciudad palacio «Medina Azahara» eran el lugar más importante del mundo en aquel momento, destino privilegiado de «peregrinación» de cerebros y hombres cultos venidos de otros países, que pasaban por Medina Azahara e incluso se instalaban allí, contratados por el califa. Científicos, músicos, astrónomos, filósofos y matemáticos cuyo trabajo fue clave para la posterior aparición del Renacimiento cinco siglos más tarde, disfrutaron de los lujos y comodidades de una ciudad palacio sin igual.
El esplendor del reinado del califa «pelirrojo» no tuvo igual; curiosamente, Abderramán III era descendiente de los Omeya, pero con abuela paterna navarra y madre cristiana.
Las guerras intestinas de Al-Andalus redujeron a Medina Azahara a ruinas solo setenta años después de su fundación. Y la ciudad-palacio permaneció abandonada, sirviendo de cantera extraoficial para muchos de los patios y edificios cordobeses. Pese al hecho de que por el momento se ha excavado y reformado únicamente un 10 por ciento de sus vestigios, su singularidad y atractivo hacen de esta emblemática ciudad palacio un lugar con magia que, abandonado a su suerte durante siglos, vuelve ahora a protagonizar la cultura mundial.
Cómo visitar Medina Azahara
Pese a su singularidad y belleza, el yacimiento de Medina Azahara ha permanecido desconocido para el gran público. Al menos, si comparamos sus 181.000 visitantes en el 2016 con las cifras de, por ejemplo, la Alhambra en Granada (más de dos millones, anualmente) o la propia Mezquita de Córdoba (1,8 millones de personas).
Para llegar al yacimiento hay que desplazarse seis kilómetros desde la ciudad de Córdoba. El traslado se puede hacer con algún tour guiado o por libre. Si se opta por esta opción, mejor con vehículo propio, pues la alternativa son unos autobuses turísticos que salen del centro de martes a domingo con una frecuencia de salidas muy reducida.
Una vez llegados al recinto, el acceso a Medina Azahara es gratuito para ciudadanos europeos. Para el resto, el precio de la entrada es de 1,5 euros. La visita comienza en el museo diseñado por Nieto Sobejano y premiado con diferentes galardones en el mundo de la arquitectura.
Historia de Al-Andalus
Al-Andalus fue una civilización que irradió una personalidad propia tanto para Occidente como para Oriente. Situada en tierra de encuentros, de cruces culturales y fecundos mestizajes, al-Andalus fue olvidada, después de su esplendor, tanto por Europa como por el universo musulmán, como una bella leyenda que no hubiera pertenecido a ninguno de los dos mundos. Esta civilización tuvo ocho siglos de existencia.
Los árabes musulmanes, alentados por la idea de la “guerra santa”, iniciaron en el siglo VII una fulgurante expansión por el Oriente Medio y el norte de África, llegando hasta las costas del océano Atlántico.
Aprovechando la crisis interna del reino visigodo, envuelto en una de sus constantes luchas internas por el poder monárquico, tropas musulmanas, compuestas por árabes y beréberes, cruzaron el estrecho de Gibraltar en el año 711 iniciando la conquista de la península ibérica.
Tras la invasión musulmana, la mayor parte de la península ibérica se convirtió en una nueva provincia del califato islámico (imperio musulmán), Al-Andalus. Al frente de este territorio se colocó a un Emir o gobernador que actuaba como delegado del Califa musulmán, por entonces perteneciente a la dinastía Omeya, con capital en ciudad de Damasco.
Abd-al-Rahman I (756-788) fijó su capital en la ciudad de Córdoba e inició la tarea de construcción de un estado independiente en Al Andalus.
Un importante paso en el fortalecimiento de Al-Andalus se dio en el año 929, cuando el emir Abd-al-Rahman III (912-961) decidió proclamarse Califa, cargo en el que confluían el poder político y el religioso.
El Califa residía en el alcázar de Córdoba, situado junto a la gran mezquita. Unos años después de su autoproclamación, Abd-al-Rahman III ordenó construir, al oeste de la capital, la impresionante ciudad-palacio de Madinat al-Zahra, convertida en residencia califal y en el centro del poder político de Al-Andalus.
En las últimas décadas del siglo X, Almanzor se hizo con el poder efectivo en Al-Andalus; ejercía el cargo de hachib, una especie de primer ministro. Mientras tanto, el califa de la época, Hisham II (976-1009), vivía recluido en el palacio de Madinat al-Zahra sin ejercer en lo más mínimo el poder político.
Almanzor, que basó su poder en el Ejército, integrado sobre todo por soldados beréberes, organizó terroríficas campañas contra los cristianos del norte peninsular. Su muerte en año 1002 inició el proceso de descomposición política (fitna) que llevó al fin del Califato en el 1031.
El yacimiento arqueológico de Torreparedones es un conjunto arqueológico andaluz está ubicado en plena campiña cordobesa, entre los términos municipales de Baena y Castro del Río.
Conocido también por otros nombres, Torre de las Vírgenes y Castro el Viejo, constituye uno de los lugares más importantes de la provincia de Córdoba desde el punto de vista arqueológico.
La situación topográfica de Torreparedones, sobre una de las cotas más elevadas de la zona, es ciertamente estratégica, pues sus gran altura lo convierten en el “techo de la Campiña”, motivo por el cual estuvo ocupado por el hombre desde los tiempos más remotos. Así, al menos durante 3.500 años (desde la Edad del Cobre hasta la Baja Edad Media), diversos pueblos y culturas dejaron su huella a través de los más variados restos materiales: cerámica, vidrio, piedra, metal, etc.
En las épocas ibérica y romana Torreparedones alcanzó su máximo esplendor; ya desde el siglo VI a.C. se rodeó de una potente muralla, reforzada con torres, que rodea un espacio de 10,5 Ha.
Pese a la importancia del yacimiento arqueológico de Torreparedones, aún no disponemos de argumentos sólidos para conocer el nombre que tuvo en la Antigüedad, ni en época ibérica, romana y medieval islámica. Los primeros documentos escritos, tras reconquista, lo mencionan como Castro el Viejo, que nada aporta sobre su nombre antiguo. Aun así, se han barajado diversas hipótesis: Ituci Virtus Iulia y Bursavo.
Hallazgos y elementos más significativos
Como hallazgos más importantes que destacar, de los que tenemos noticia, hay que citar el mausoleo de los Pompeyos, una tumba subterránea que estuvo en uso desde los momentos finales de la República , hasta bien entrado el siglo I d.C. Algunas de las personas allí enterradas desempeñaron cargos importantes en la administración municipal de la antigua ciudad de Torreparedones, como Cneo Pompeyo Afro que fue edil y duumviro.
Otro mausoleo romano de época altoimperial, que al parecer estuvo decorado con singulares relieves, fue la llamada Mazmorra, situada en la misma zona que el de los Pompeyos. Se trata de una estructura realizada en opus caementicium de planta rectangular cubierta con bóveda de cañón y con un pasillo en su lateral oeste, a modo de estrada a la cámara sepulcral.
También, de forma casual, se han encontrado las siguientes piezas: una escultura femenina acéfala tallada en piedra caliza, un capitel ibérico decorado con motivos vegetales tales como volutas y espirales siendo el motivo principal la roseta; un sillar de esquina en una de cuyas caras presenta en relieve una escena de culto, en la que dos mujeres ataviadas con túnica y manto depositan un vaso en forma de cáliz en el tesoro sagrado del templo o un togado realizado en mármol, datado a principios de época claudia y que constituye uno de los hallazgos más interesantes que demuestran la importancia que la ciudad romana de Torreparedones alcanzó durante los primeros siglos d.C.
En la excavación desarrollada en 2009 en el entorno de la zona noble de la ciudad romana apareció un busto en mármol del emperador Claudio divinizado en el extremo sur de la plaza del foro, mientras que en el sector noreste aparecieron un togado y una figura femenina vestida con túnica y sobre ella un manto, ambos acéfalos y de tamaño algo mayor que el natural. En el centro de la plaza se documentó una inscripción con el nombre del mecenas que costeó la pavimentación con losas de piedra de mina: Marco Junio Marcelo.
Como elementos visibles hoy día en el yacimiento podemos citar la propia muralla ibérica que rodea el asentamiento, levantada hacia el año 600 a.C. y reforzada a intervalos regulares con torres que se proyectan hacia el exterior; la puerta oriental, uno de los accesos con que contó la ciudad, flanqueada por dos imponentes torres que servían para su defensa.
También podemos apreciar el santuario iberorromano situado extramuros, en el extremo sur, y el castillo medieval de época cristiana, que ocupa el punto más elevado.
Por último, también se encuentra el foro romano. El término ‘foro’ era usado por los antiguos romanos para referirse al espacio grande, abierto y, normalmente, rectangular en la parte central de una ciudad, un lugar público donde tenía lugar la asamblea del pueblo.
Recent Comments